Una mirada que enamora

“Los niños crecen sobre la mirada enamorada de los padres”. Maritchu Seitún

Un bebé crece sobre la mirada de su mamá, mirándola a ella sabe si él está bien, si está mal, si algo le pasa. Ese sostén de la mirada le da sentido a lo que siente y si es una mamá suficientemente buena como dice Winnicot le dará la posibilidad de ir conociendo e identificando su propio sentir.

Esa mirada en espejo hasta los dos años es simple, pero como continuar sosteniéndolo cuando aparecen conductas basadas en berrinches, oposicionismo, rabietas, comportamientos desarticulados.

En esa mirada crece la autoestima y la fortaleza de su yo.

Los padres necesitan abordar con empatía o en espejo lo que le ocurre a su hijo: mostrando lo que ocurre allí en el pequeño. Para ello, es necesario identificar tres variables que definirán pasos para la construcción de aspectos que fundarán la vida interna de ellos:

  • Primero tomar conciencia de lo que les pasa a los hijos,
  • Luego decodificar para ayudarlos a que ellos reconozcan lo que están vivenciando y
  • Por último, enseñar para que ellos aprendan a identificar claramente lo que emocionalmente sienten y con el poder de las palabras se podrá “hablar” y poner nombres a esas emociones.

Son las palabras un “mediador” entre ambos, que permite compartir una misma emoción por medio del lenguaje.  El sujeto existe por el lenguaje. Francoise Dolto insiste sobre la importancia de los intercambios lingüísticos con los niños desde muy pequeños. Aquello que no pasa por el lenguaje permanece desprovisto de sentido.

El niño necesita traducir toda su experiencia en lenguaje a fin de poder apropiársela, pues todo aquello que no adquiere sentido a través del lenguaje con otra persona, todo lo que no despierta una emoción simultánea en el interlocutor (papa, mamá, abuelos, cuidadores) le será arrebatado y quedará en él como una emoción inexplorada que será pasible de generar síntomas.

La herramienta principal para esta fundación emocional, son las PALABRAS y la MIRADA ESPECULAR. Reivindico el poder de las mismas para dar nombre a los sentimientos, generar lenguaje y comprender lo que internamente pasa. Ese autoconocimiento será el formador y generador de: la autoestima, la confianza y seguridad personal.

Propongo se genere un espacio de construcción conjunta entre padres e hijos. Donde se pueda a través de experiencias definir sentimientos y vivencias que permitan acompañar a los mismos. Dentro de cada padre hay más de lo que cada uno de ellos cree, solo es necesario conectar con el interior a través del autoconocimiento.

Pensar a los niños HOY , nos permite ver que están muy solos construyendo su individualidad, con mucha influencia del mundo externo. Se ven sostenidos por las tecnologías, sin control ni influencia por los adultos, generando una hiper-conectividad que en muchos aspectos no construye subjetividad.

Por ello, al llegar a la adolescencia aparecen conductas y comportamientos que expresan una falta de formación moral como persona, con conductas indecentes, deshonestas, jóvenes inmaduros emocionalmente, resolviendo muchas veces situaciones inadecuadamente.

Desarrollar empatía en los padres es: poner en palabras emociones (enojo, alegría, tristeza, rabietas), a través de preguntas abiertas, que le permita al niño sentirse sentido (Ej.: veo que algo te pasa ¿Me podes contar?). La empatía nos permite no ordenarles lo que deben sentir sino sentirse abrazado en eso que le pasa. A futuro, podrá ese niño identificar lo que le ocurre y calmarse por sí mismo, así como le enseñaron a calmarse desde los adultos.

 “Los niños crecen sobre la mirada enamorada de sus padres”. Son espejos que los sostienen cuando son pequeños y no pueden hacerlo por sí mismo, poco a poco se podrán ir fortaleciendo e independizando construyendo aprendizajes para toda su vida.

Lic. Andrea Biagiola

M.P. A  3101

@andreabiagiola@hotmail.com

IG: lic.biagiolaandrea

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Imagen Fuente: foto24

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