La cualidad indispensable en una doula va más allá de lo formal y el conocimiento adquirido: es su capacidad por comprender la fisiología del parto y permitir el flujo natural de las cosas, transmitiendo tranquilidad y compañía.
En sus orígenes, la doula era sólo una madre que habiendo transitado su propia experiencia de parto, podía acompañar y sostener a la madre que nacía, proporcionando la intimidad y el silencio que daría lugar a la corriente de oxitocina, necesaria para éste momento clave, y alejando la adrenalina.
El correcto balance de éstos mensajeros químicos tan opuestos, facilita la labor de parto, la desconexión del neocórtex, la aparición del instinto.
En algún tiempo, ésta compañía podría haber sido la propia madre de la mujer dando a luz. Pero hoy no siempre es posible, al haber muchas limitaciones: prejuicios sobre sexualidad femenina, falta de comunicación, heridas emocionales de crianza o nacimiento sin sanar, carga emotiva, nerviosismo, falta de experiencia debido a la alta tasa de cesáreas y lactancia artificial, etc.
Por supuesto, hay muchas clases de doula, tantas como diferencias hay entre madres. A veces será necesario conocer a varias hasta dar con la indicada, la que nos transmita las sensaciones adecuadas y la seguridad de que todo irá bien, sea lo que eso signifique para cada familia. Con la que podamos construir un vínculo de confianza e intimidad.
También existen doulas que se sienten cómodas para realizar su labor en diversos períodos: preparto, parto o posparto. Ésto depende no sólo de la formación, si no también de la realidad de cada una: en Argentina pocas veces son mujeres que sólo trabajen acompañando, tienen otros trabajos, hijos pequeños, etc.
De ese modo, algunas ayudarán a establecer la lactancia materna, para transitar el torbellino de hormonas y emociones que es el puerperio, contener y sostener durante el parto, o preparar el terreno antes de la llegada del bebé: desde la ropa para el bolso hasta comida en el freezer.
En un contexto donde hay tanta violencia obstétrica, tanta información errónea y tanto intervencionismo, la compañía de una doula, aún a distancia para quienes no tienen acceso en su localidad, puede ser la clave:
“Para cambiar el mundo, primero hay que cambiar la manera de nacer” Michel Odent
Natalia Rimondino
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