¿Qué lugar ocupan las emociones en la educación?

Inicio esta nota con un interrogante, con la posibilidad de cuestionarnos conceptos que parecían estar claros como así también repensar situaciones que probablemente sean muy diferentes de las idealizadas.

El espacio de la duda habita en muchas familias y educadores que acompaño en mis procesos de coaching, que se encuentran finalizando el año lectivo. Mirando para atrás en perspectiva, pareciera no tan lejano ese día que las escuelas cerraron sus puertas como un espacio en común, surgiendo nuevos espacios virtuales, nuevas formas de conectar con el otro, enseñando de un modo distinto donde el foco del aprendizaje se vio teñido por las realidades de cada hogar. Si bien cada hogar tenía su particularidad, todos guardaban algo en común: “las emociones”. Si hay algo que persistió en todo este tiempo, y en cada proceso de coaching se hacía presente, fue sin duda la emoción que guío y marcó el camino en cada aprendizaje. Fue un aspecto a trabajar y desarrollar en cada encuentro, pero no solo los adultos necesitaban expresar y hacer fluir sus emociones, los niños y niñas necesitaban compartir sus emociones también.

Me pregunto qué lugar tienen las emociones en la educación formal en la actualidad, cómo se hace para construir y trabajar la emoción con ese niño y/o niña que perdió su hábitat al cual estaba acostumbrado a ir todos los días, y de repente se encontró con pares y maestras que estaban detrás de una pantalla. Un espacio diferente que ya no mostraba la calidez de antes, donde la emoción no era tan fácil de demostrar y el temor a un virus desconocido, impedía volver a la escuela en lo inmediato. Sin duda, la emoción ha sido la gran protagonista de este año y frente a eso me pregunto si seremos capaces de poner el foco en educar a los niños para que sepan reconocer sus emociones, qué puedan contar con recursos internos para el desarrollo de las mismas y qué sean capaces de capitalizar este año a su favor resaltando los logros que tuvieron. De esto también se trata lo que conocemos como “educar”, de poder entender que como adultos tenemos un rol más que importante que es acompañar a cada niño y niña en su crecimiento, en el desarrollo de su autoestima. Esta es la base de la confianza en uno mismo, el escudo protector que lo ayudará a reaccionar adecuadamente ante los desaciertos, las perdidas, la vergüenza y el enojo.

Por tal motivo, es que la educación formal no solo implica incorporar aprendizajes de la curricula, sino que para que ello suceda efectivamente es necesario sentar las bases, poder saber qué le pasa a ese niño o niña y acompañarlo a qué pueda exteriorizar lo que siente. En tanto, podamos ayudar a que en las escuelas se entrenen las habilidades emocionales y se fortalezcan los valores, tendremos un futuro con adultos que podrán salir al mundo con herramientas necesarias para lograr lo que desean.

Familias y educadores es una ardua tarea la que nos espera, pero vale la pena construir ese camino.

Antonella Gigli

Licenciada en Psicología y Coach Life

mariaantonellagigli@gmail.com

@licenciadagigli

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