Las conversaciones difíciles

Hoy: Las conversaciones difíciles

Todos tenemos una conversación pendiente. Esa que no nos animamos a sostener, que postergamos, que nos pone incómodos. Esa “conversación difícil”, “incómoda” o “desafiante”. Titulamos a esta nota;Las conversaciones difíciles

Son esas conversaciones que sabemos debemos encarar, porque hay un problema que necesita ser planteado. Pero sentimos que no vale la pena, porque creemos que puede empeorar en lugar de ayudar a resolverlo y solemos evitarlas aun sabiendo que debemos sostenerlas.

Porque pueden afectar nuestra calidad de vida, las necesitamos para resolver conflictos, aclarar malentendidos, establecer límites, decir lo que no nos animamos, clarificar expectativas.

Las conversaciones difíciles nunca son sobre hechos

Son sobre juicios, valores, interpretaciones y expectativas. Y sobre todo se trata de emociones. Las que sentimos ante el sólo pensamiento de sostener esa conversación, de las emociones que pueden ser enojo, angustia, miedo a diversos escenarios.

Para mantener una conversación que nos inquieta tenemos que estar preparados, si no lo estamos es mejor darnos el tiempo necesario para estarlo. Es, pues, una espera activa. No se trata de aplazar la conversación para atrasar el momento de hacerle frente, sino para dedicar el tiempo a prepararnos adecuadamente.

Algunas consideraciones para abordar conversaciones desafiantes:

  • Organizar los pensamientos: antes de sostener esa conversación, es importante tomar un tiempo para reflexionar sobre el tema y organizarnos mentalmente. Pensar en los puntos que se quieren abordar y posibles respuestas a dar frente a las preguntas o reacciones.
  • Escuchar activamente: es base para la comunicación efectiva, con una escucha atenta, activa, respetuosa. Asegurarnos de prestar atención a lo que la otra persona está diciendo, sin dar lugar a nuestros pensamientos acerca de lo que vamos a responder en lugar de estar abierto a lo que sucede.
  • Hablar con claridad: expresarse con un lenguaje directo, claro, sencillo, concreto.
  • Preguntar con sinceridad: no suponer lo que le sucede a la otra persona, lo que piensa o lo que siente. Preguntar con honestidad, con preguntas abiertas acerca del “cómo”, “qué sentís”, “en qué situación, en lugar de preguntas que se responden con un “si” o “no”.
  • Buscar puntos en común: para evitar caer en la confrontación, buscar puntos en común, esas ideas que coinciden, la historia compartida, los logros obtenidos.
  • Comprender en lugar de juzgar: preguntar para ponerse en el lugar de la otra persona, comprendiendo sus estados anímicos, sus emociones, sus preocupaciones, sus puntos de vista. Cuando el interlocutor se siente escuchado y que su opinión es tenida en cuenta, será más fácil llegar a un acuerdo y a una solución conjunta.

Una relación sana no aparece sola. Se construye a base de conversaciones difíciles, con ganas de escuchar y ganas de contar.

Daniela Chiara

Coach Ontológico Profesional

Fuente imagen: https://tiempo.hn/

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