“Infancia(s) hoy: ¿Emociones en aislamiento?”

La educación emocional es un proceso amplio, continuo y activo. En el ámbito escolar, no se trata de un contenido curricular, sino una dimensión transversal que guía las prácticas y pretende potenciar el desarrollo de las competencias de manera integral, no solo de los/as alumnos/as, sino también de los/as docentes, y cada agente del ámbito escolar.

El principio de transversalidad debe constituirse en una mirada indispensable en este marco, ya que aporta una perspectiva creativa e innovadora a la construcción de situaciones pedagógicas que resultarán significativas para los/as niños/as.

Los espacios que se conforman desde la educación emocional, son aquellos  que atienden a los procesos de enseñanzas – aprendizajes desde un lugar de potencialidad de las capacidades individuales, como así también al logro de habilidades socioemocionales que fortalecerán saberes socialmente relevantes y productivas.

Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones e identificar las emociones de los demás es uno de los principales objetivos de la educación emocional. Además de contribuir al desarrollo de las competencias emocionales de manera individual, tiene como horizonte la creación de un clima emocional positivo en los espacios escolares y familiares, favorables para el aprendizaje.

Todo proyecto educativo debe atender a los diferentes conceptos que edifican la educación emocional. Primero, la gestión emocional, vinculada a las herramientas que posibilitarán el registro de sensaciones y emociones. Segundo, la capacidad de explorar y conocer de manera asertiva las emociones propias y su comunicación con el mundo exterior. Por último, es imprescindible que atienda a la subjetividad de los actores que conforman la escena educativa.

Sin perder de vista el fin de la educación emocional, es necesario preguntarnos sobre el rol de los adultos como así también de las instituciones. El desafío que hoy nos propone esta instancia de aislamiento social, es poder ir más allá de lo corporal. Nos involucra como agentes de cambio. Nos atraviesa en la idea de vincular el distanciamiento físico con la solidaridad social como competencia a ser desarrollada, tanto de manera individual como colectiva.

La educación está atravesada y atraviesa estos tiempos. El reto como adultos es traspasar lo virtual, es encontrarnos, de manera significativa en lo transferencial más allá de la corporalidad. ¿Podremos mirar, sin vernos?. La crisis epocal que hoy vivimos, nos posibilita el corrernos del lugar de estar, para involucrarnos y posicionarnos desde el ser.

Hoy estamos en una instancia en donde podemos practicar la escucha sin pensar en la respuesta inmediata. Atender a las demandas de cada uno sin perder la singularidad en el ruido de lo diario. Cambiar la mirada adultocéntrica, respetándolos/as como sujetos de derecho. Eso forma parte de la educación emocional. Este momento de la historia nos está brindando un espacio de experiencia. Nos regala la posibilidad de la pregunta, de la reflexión. Un adulto que reflexiona sobre el cómo mejorar su práctica, sobre el qué recursos puede utilizar, es un adulto preocupado por su emocionalidad.

El espacio infantil, tanto escolar como familiar, tendrá que ser, un lugar amoroso y saludable, en el que se articulen el placer, la emocionalidad y el movimiento. Un lugar que permita habitar estas necesidades y demandas de los/as niños/as en sus primeros años de vida, facilitándoles un desarrollo lo más sano, equilibrado y armónico.

Prof. María Pía Tamborini Lallee

ME 339/09

@mariapiatamborinilallee

mariapiatamborinilallee@gmail.com

Fuente Imagen: RPP

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