Hablemos de obesidad infantil

Primero y ante todo no hablamos de cuerpos ni  hablamos de estética. Hablamos de un problema de salud pública. La obesidad es un tema de preocupación a nivel mundial. Ya que se detecta en las estadísticas un aumento de la prevalencia marcado desde en las últimas décadas, tanto para niñas como para niños. Titulamos a esta nota: Hablemos de obesidad infantil.

Si este aumento de la prevalencia es a nivel mundial, se puede detectar que en los países menos desarrollados la misma va en ascenso. Mientras que en los países más desarrollados el aumento a se detuvo. A pesar de esto, las tasas de obesidad infantil severa en estos países ha crecido mucho.

¿Qué se sabe con evidencia científica?

El tejido adiposo, el cual todos los seres tenemos en nuestro cuerpo como componente fundamental, puede acumularse debido a una alteración en el balance energético.

¿Cómo es esto?

Se produce un exceso de energía consumida en los alimentos, asociada a disminución en el gasto de energía debido a las actividades sedentarias. Este tejido adiposo, especialmente el visceral, no es un tejido sin función que solo se acumula, sino que es un tejido vivo,. Y que  produce un sin fin de sustancias inflamatorias que van impactando en diferentes partes del organismo y con el tiempo predispone a la persona a presentar diversas enfermedades.

En estos días, enfermedades que solo se veían en adultos como la diabetes tipo 2, dislipidemias, hipertensión, daño renal, dolores osteoarticulares, entre otras; están apareciendo en la infancia, y aumentando cada vez más a nivel mundial. 

¿A qué se debe?

Dentro de las causas de obesidad infantil, se trata de explicar el desarrollo y la perpetuación de la misma. En la actualidad, se presenta a un escenario en donde interactúan: la predisposición biológica, los factores socioeconómicos, y los factores ambientales para promover el depósito y la proliferación de tejido adiposo y a su vez, la resistencia a las estrategias para el manejo de la obesidad.

Con respecto a la biología, hay una gran heterogeneidad en como los diferentes individuos regulan el peso corporal; algunos pueden mantener un peso saludable con escasos esfuerzos, mientras otros tienen mayor tendencia a acumular tejido adiposo.

Algunos factores del estilo de vida como alteraciones del sueño, estrés y la ciertos medicamentos pueden alterar el sistema regulador de energía, a favor de la ganancia de peso.

Por otro lado existen factores ambientales que contribuyen al aumento de la prevalencia de la obesidad: como son el estilo de vida del grupo familiar. (Actividades, en general, actividad física, hábitos alimentarios). La comunidad en donde vivimos, con las facilidades que puedan tener (espacios verdes, parques, transporte), las políticas en marketing, industria alimentaria, entre otras.

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¿Qué podemos hacer al respecto?

La prevención siempre es la clave. Vivimos inmersos en una sociedad de alimentos ultraprocesados, comidas rápidas, publicidad de alimentos poco nutritivos, además de estilo de vida con menos actividad física y recreativa y cada vez más responsabilidades, tareas escolares, laborales y lúdicas asociadas a pantallas.

Algunos puntos a tener en cuenta son:

1.Mejorar algunos hábitos alimentarios: aumentar el consumo de frutas, verduras, granos enteros y proteínas magras, y limitar el consumo de alimentos procesados, altos en grasas saturadas y azúcares añadidos. Además, es importante reconocer las señales de hambre y saciedad.

Hablemos de obesidad infantil

2. Aumentar la actividad física: Según la OMS, los niños deben participar en al menos 60 minutos de actividad física moderada a vigorosa todos los días. Se debe tener en cuenta los gustos y preferencias de las infancias, es importante que realicen algo que les guste y disfruten, y esto incluye: juegos al aire libre, deportes, bailar o simplemente caminar.

3. Predicar con el ejemplo: Los padres y cuidadores tienen un papel fundamental en el establecimiento de hábitos en los niños. Al adoptar un estilo de vida activo y una alimentación equilibrada, están dando un ejemplo positivo que los niños pueden seguir.

4. Respetar las horas de sueño: La falta de sueño puede contribuir a disrupciones en la conducta alimentaria. Ya que al alterar las horas y la calidad de sueño se producen cambios en las señales cerebrales de hambre y saciedad, a favor de las primeras, con predilección de alimentos con alto contenido de energía. Establecer rutinas de sueño regulares y crear un ambiente propicio para dormir puede tener un impacto positivo en la salud en general.

5. Medidas ambientales: Es importante que en el hogar, la escuela, comunidad, se genere un entorno que apoye la adopción de comportamientos saludables. Esto puede ir desde la oferta de alimentos, proporcionar oportunidades para la actividad física y educar a los niños sobre la importancia de cuidar su cuerpo.

En conclusión, la prevención de la obesidad infantil requiere un enfoque integral. En donde se aborde la alimentación, la actividad física, el sueño y el entorno en el que viven los niños. Al adoptar hábitos saludables desde temprana edad y promover un estilo de vida activo y equilibrado, podemos ayudar a prevenir la obesidad y promover la salud y el bienestar en la infancia.

Jimena Lema

MN: 133657

Pediatra especialista en nutrición infantil

infancia.nutricion@gmail.com

Fuente imagen: https://www.sanatorioallende.com/

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