TEA – “Te oigo mejor cuando te estoy mirando”

Entender el autismo y su gran diversidad resulta complejo, ya que no hay una única visión, quizá hayan tantas visiones como personas con autismo.

Por mi parte vengo a hablarles un poco desde el lugar de mi formación, desde mi práctica y experiencias vividas.

Desde algunos medios científicos solemos escuchar que se hacen afirmaciones contundentes como: es orgánico, es genético. Aunque realmente aún no se haya encontrado todavía nada que lo demuestre de modo fehaciente. Vemos que se publicitan hallazgos que sólo crean expectativas y desilusión.

La pregunta que suelo escuchar a menudo es y.. ¿cómo es un niño autista?

Y lo habitual escuchar decir es: es un niño que está aislado, no mira a las personas, ni siquiera a sus padres, no responde cuando se le habla, (hasta muchas veces son tomados por sordos por este motivo) no habla, no juega, no interactúa con otros niños, mueve todo el tiempo sus manos, no tienen empatía (la llamada “teoría de la mente” que asegura que el niño autista no entiende la mente del otro) y miles de descripciones más.

Ahora vayamos un poco a la teoría y lo que se sabe hoy en día para poder informarnos mejor.

Los trastornos del Espectro Autista (TEA) son un grupo de trastornos del desarrollo que afectan la comunicación y el comportamiento del niño. Aunque el autismo se puede diagnosticar a cualquier edad, se conoce como un trastorno del desarrollo porque generalmente los síntomas aparecen durante los primeros tres años de vida.

Se utiliza el término “espectro” para describir el autismo porque existe una amplia variación en el tipo y la gravedad de los síntomas que experimentan las personas con estos trastornos.

Éstos afectan de manera distinta a cada persona y pueden ser desde leves hasta muy graves.

Las personas con TEA, suelen presentar principalmente dificultades con las destrezas sociales, en su relación con el otro, emocionales, conductuales y de comunicación. Es posible que repitan determinados comportamientos o que no acepten cambios en sus actividades diarias, se muestran muy rígidos en este último aspecto.

También tienen distintas maneras de aprender, de prestar atención o simplemente reaccionar ante las cosas.

Para poder comprender un poco más fácil dicho trastorno, podemos decir que los niños autistas tienen su funcionamiento propio dentro de su estructura y todo lo que ellos hacen tiene un porque dentro de ésta estructura personal. Y digo personal porque no hay dos individuos autistas iguales: su peculiar estilo o expresión es diferente en cada caso, por lo que podemos decir, no hay dos sujetos iguales, incluso en el autismo.

Para un niño autista, como para cualquier otro niño con un diagnóstico diferente, no hay otra “normalidad” que el modo de funcionamiento que le sea propio.

Desde mi experiencia como acompañante terapéutica, al momento de acompañar a un niño con autismo, considero que siempre es importante trabajar con el entorno familiar que lo rodea. Principalmente con los que viven con él, y éste es el gran desafío que se nos presenta.

Ellos necesitan además de la información, muchísima contención, porque no es fácil tanto para el niño como para la familia. He aquí que cuando me ha tocado trabajar con TEA se me presenta un gran desafío.

Cada niño con su particularidad al igual que su familia.

Muchas veces me he preguntado mientras hacía un acompañamiento en TEA, ¿M siempre necesitará una AT?

La respuesta a mi pregunta fue, la motivación más aún a trabajar con esa familia, en la contención e información acerca de su niño pero principalmente en poder brindarles la mayor herramientas posibles en su día a día con M, que las puedan incorporar de manera natural para que algún día esa AT se vaya corriendo de la vida de M.

Mi objetivo principal es trabajar en un tratamiento integral para mejorar la calidad de vida de los niños con autismo lo más que se pueda y es fundamental incluir a la familia en el proceso de la terapia. De ésta manera creo que todos se sentirán contenidos de algún modo.

En el momento que entrevistamos a los padres, puedo contarles que no se trata de desampararlos, sino por el contrario, de contribuir a encaminarlos en los tratamientos posibles. Ya la simple entrevista junto a las preguntas que hay que hacer en ella producen ese sentimiento de estar en falta y de angustia.

El tratamiento del niño con autismo suele ser extenso e intenso. Intenso para ambos. Para el niño significa exponerse a esos terrores de los que huye y para el terapeuta tolerar el sufrimiento del niño, y el sufrimiento de la niña que alguna vez fui, ya que debo permitirme regresar a veces a dolores que creía superados.

Y en esta lucha es la esperanza, el amor, el deseo y creer en el niño lo que sostiene este acompañamiento.

Quiero compartirles que los niños autistas me enseñaron a convertir los NO en SI, parece que no pero sí. Miran si no se sienten mirados, a veces lo hacen de reojo. Una vez un paciente me explicó que el quedarse “colgado” mirando el techo, el ventilador o la luz, en realidad no es tal: “veo por los costados del ojo”, o sea usando el resto del campo visual. Si! Así como lo leen!

A preguntarme ¿es un síntoma de aislamiento jugar a alinear los autitos de manera perseverante? O acaso ¿no nos estarán mostrando la necesidad de un orden, de su deseo de estabilidad constante que sienten que precisan?! Pues claro que si!

Se sientan en un rincón del consultorio dándonos la espalda, quietos. ¿Por qué esa actitud sería otro sinsentido? ¿No puede acaso ser expresión del miedo al terapeuta?

Y en cuanto a la empatía. Fueron los niños a lo largo de todos estos años de trabajo que me convencieron de la existencia de su empatía, es decir de su conexión con el otro, con el estado mental del otro, a veces tan penetrante y a veces tan sutil.

Para concluir, el psicoanálisis es una alternativa legitima para el autista, tanto en su trabajo individual, junto al dispositivo de trabajo creado a su alrededor. Trabajar interdisciplinariamente siempre.

Y sus tratamientos nos dejan como enseñanza que el sujeto nunca puede reducirse a ser un objeto de diagnóstico, sino que al aproximarnos a él, del modo que esté a nuestro alcance, se abre las puertas a un universo singular que ningún Manual diagnostico podría anticipar.

Como decía E. Pichón Riviere, “el diagnóstico sólo sirve para orientarse. Cada niño con autismo es distinto a otro, es un sujeto con su historia personal a cuestas.”

Fernanda Florencia  Sequera

Arteterapeuta

Acompañante Terapéutico

Especialista en Estimulación Temprana

1530064929

 fernandaf.sequera@gmail.com 

Fuente Imagen: Webconsultas

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