El lado B del jardín

Sabemos que la Institución Educativa es un espacio de socialización. El primer contacto que tienen los niños con el sistema educativo formal, es en el Nivel Inicial. Esas salas luminosas, llenas de juguetes y colores. Ese aroma particular que traspasa las paredes y se impregna en cada rincón del patio. 

En esa vivencia singular, el niño no solo se encontrará con objetos vistosos, sino que irá buscando diferentes formas de relacionarse con ellos, pasando de la atención receptiva a la curiosidad exploratoria.

Pero lo que vuelve tan especial al jardín de Infantes, es el encuentro con el otro. En donde un “¿jugamos?” es la invitación más esperada y el “te veo mañana” es de las promesas más dulces.

El proceso de socialización se construye con/entre otros, en situaciones colectivas. De este modo, la escuela se irá conformando para cada niño, en un espacio que no solo se relaciona con el conocimiento, sino con experiencias que permitan vivenciar eso aprendido y resignificarlo subjetivamente. El compartir materiales, actividades y afectos es parte de este proceso. Aguardar el turno, ponerse en el lugar del otro, es ir aprendiendo que no solo se deben atender a los intereses propios.

La posibilidad de habitar el Nivel Inicial, implica la (re)producción de modos de vincularse con el mundo, desde el diálogo con la diferencia y, sobre todo, poniendo a prueba la capacidad de descentrarse y empatizar, lo que implica el abordaje del conflicto como construcción social.

Pensar, se piensa con otro. Aprender, se aprende con otro. Es en ese estar juntos que en la sala ocurre lo maravilloso. Se deja de lado la simultaneidad y la urgencia. El reloj parece detenerse para dar lugar a la conversación. Un dialogo único que comparten quienes juegan. Palabras, sonidos, emociones: todo en ese instante se torna posible.

Convivir en el Nivel Inicial, es estar con otro y en otro. Es transitar más allá de la cronología, un entretiempo entre sujetos. Un entretiempo constituido por esa pregunta, esa invitación, ese juguete. Un entretiempo que no se mide en minutos, sino en silencios significativos o en lazos no siempre visibles.

En el Nivel Inicial, ese entretiempo forma parte de la dimensión de la disponibilidad. Es un acto de amor e invitación a mirar, a descubrir y volver a empezar sin terminar.  Es dejar a un lado el producto pedagógico, y dar lugar a la experiencia compartida. Ese efímero pero vital (re)encuentro.

Porque si algo le es propio al Nivel Inicial, no son ni los crayones ni las témperas. Tampoco los cuentos ni los títeres. Es la Infancia que lo antecede, lo valida y lo interroga. Tal como dijo Rosseau, “la infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras”.

Esa es la magia del Nivel Inicial.

Prof. María Pía Tamborini Lallee

ME 339/09

@mariapiatamborinilallee

mariapiatamborinilallee@gmail.com

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