Aprender el cuidado de las cosas

Aprender el cuidado de las cosas: “trátame con cariño”

Enseñar a los más chicos el cuidado de los objetos que los rodean, con los que se relacionan, es importante. Es una manera de ir acompañando lo que luego, en otras etapas del desarrollo, se verá relacionado con el orden, con criterios de uso y consumo, y también con el deseo y la necesidad. Estos conceptos pueden parecer muy grandes para la primera infancia. Sin embargo las bases de todas las relaciones (con lo vivo o no vivo) se construyen en pequeños actos que vamos transitando en lo cotidiano desde los inicios de la vida. Titulamos a esta nota: Aprender el cuidado de las cosas

¿Cómo cuidamos?

1. Es clave cómo nosotros, los adultos, nos relacionamos con las cosas, ya que somos el modelo que imitan los pequeños. Incluso cuando parece que no nos observan, con lo dicho y lo no dicho, ellos ven y sienten todo.

2. Para que el cuidado se pueda aprehender, es fundamental poder usar las cosas, con todo lo esto que implique. Esto permitirá ir desarrollando el sentido del tacto, y el aparato perceptivo en general. Experimentando sensaciones de peso, volumen, presión, distancia. Incluso un uso más agresivo puede llevar a aprender que las cosas son finitas, especialmente entre los 8 y 10 meses, cuando se inicia la exploración de lo que aparece y desaparece, o las cosas se revolean lejos o cerca. También, cerca de los 3 a 4 años, por ejemplo, los autos suelen chocarse y volar por el aire. Mucho de la exploración, el desarrollo sensoperceptivo y el aprendizaje múltiple se pone así en juego para los niños y las niñas.

De todos modos, casi siempre se puede reparar, y eso también es parte del cuidado. Los invitamos así a no deshacerse de los objetos si aún pueden ser utilizados: con una reparación amorosa, tal vez se puede alargar su vida útil, o transformarse en algo nuevo. Esto no significa acumular cosas viejas y rotas.

3. Los adultos muchas veces dicen: “no podés usar esto porque lo vas a romper”. Claro que puede suceder que se rompa, y también podemos enseñar un uso cuidadoso, suave, aunque sea por unos minutos. Es preferible que lo que no puedan tocar los niños, directamente no esté a su alcance, o que el adulto esté dispuesto a acompañar el proceso de uso o no uso de esos objetos.

4. A veces los niños y niñas no se comportan del mismo modo en su casa que en otros espacios. Contextos diversos habilitan situaciones y comportamientos diferentes. Entonces: ¿Podemos estar atentos a reconocer cómo nos condicionamos a que pase siempre lo mismo, sin imaginar otras formas u opciones?

Proponemos tomarnos un tiempo cada día para explorar cómo es la cualidad del trato que le damos a cada cosa que usamos, tocamos o sostenemos en nuestras manos: un libro, un vaso, una esponja, un picaporte, el volante del auto. ¿Podemos tratar cada objeto como si estuviera vivo?

Todo forma parte del entorno de los niños y niñas que tenemos a cargo. Y según cómo afectamos nosotros a ese entorno, cómo lo cuidamos o descuidamos, es así como ellos aprenderán a relacionarse con él.

*Las reflexiones y sugerencias compartidas se realizan dentro de un marco pedagógico, y no desde una perspectiva terapéutica. Si nos querés compartir tu experiencia, podés escribirnos a @semillacorazontaller

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Fuente imagen: https://www.hacerfamilia.com/

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