Impacto emocional y confinamiento en la primera infancia

En China emerge una enfermedad que se expandió rápidamente hasta ser declarada la pandemia por la Organización Mundial de la Salud en marzo del 2020.

En Argentina se tomaron medidas de confinamiento que modificaron los hábitos y estilos de vida en los hogares.

Con el cierre de las escuelas, plazas, las rutinas académicas y recreativas de los niños cambiaron radicalmente.

Muchos niños apenas pudieron despedirse de sus compañeros, y de un día a otro, se encontraron obligados a permanecer en casa.

El formato de tele trabajo, llevó a los padres a estar también dentro de ella.

La vida pública y privada se vieron afectadas, la vida privada pasó a ser pública y viceversa.

Todo esto llevó a que la vida social esté limitada principalmente a la familia conviviente, como así también el ocio se restringió dentro de la casa.

La cantidad de horas frente a las diferentes pantallas se ha ampliado entre 1 a 6 horas por día.

Lo positivo es que los adultos han comenzado a compartir más tiempo con los niños de la casa, ya que ellos demandan mayor atención.

A todo esto se suma el miedo al contagio, más las medidas de prevención que han tenido que seguir.

Algunas incómodas o molestas como el uso de barbijo o el distanciamiento social, ha impactado en el comportamiento dentro de la primera infancia.

Como también se ha intensificado la alimentación ya que se come más de lo habitual.

En momentos de crisis, desastres, emergencias se quiebra la vida cotidiana.

Las rutinas son las que otorgan seguridad.

Se considera importante estar atentos a ellas y poder resolver las frustraciones de manera más saludable, acompañando en momentos de gran incertidumbre.

La falta de espacios para la socialización y juego impactan negativamente, por ello es que desbordan emocionalmente con llantos, gritos.

Implica una elevada carga afectiva y limita las interacciones con otro.

Frente a esta realidad, los adultos pueden sentirse desbordados ante esas emociones negativas porque también suelen tener menos paciencia ya que están más dispersos y sumergidos en redes sociales o trabajo.

Ante estas situaciones, deben comprender de que existe la posibilidad del “contagio emocional”.

Que esto conlleva donde se debería prevenir en las diferentes situaciones de inseguridad en la que los menores y otros miembros de la familia lleguen a experimentar como tristeza, miedo o enojo, protegerse de esas experiencias que pueden extenderse más rápido que la pandemia.

Por último, después del COVID-19, no será nada igual, la familia ni las relaciones entre sus miembros, ni nosotros mismos.

Lic. María Cecilia Moral / Lic. Manuela Dávalos Escudero

Especialidad en niños y adolescentes

lic.cemoral@gmail.com

@psicocecimoral

Fuente Imagen: El País

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