Probióticos y prebióticos en la infancia

El intestino humano alberga una comunidad de microorganismos (principalmente bacterias) diversa (microbiota) que mantienen una relación simbiótica con el huésped, de modo que influye permanentemente en su fisiología.

Hay evidencia clara de que las interacciones bacteria-huésped en la mucosa intestinal desempeñan un papel muy importante en el desarrollo y la regulación del sistema inmunitario. Si esta interacción no es adecuada, la interacción ante la carga antigénica ambiental y la respuesta del individuo pueden fallar.

El primer alimento con probióticos que toma contacto el bebé al nacimiento es la leche materna. En la actualidad se da gran importancia a la modulación de esta microbiota intestinal a través de la lactancia materna como punto de partida y mediante el consumo de alimentos funcionales, que son aquellos que añaden un efecto beneficioso sobre la salud a la función nutritiva. Entre sus constituyentes, algunos de estos alimentos contienen:

Probióticos (microorganismos vivos que administrados en cantidades adecuadas producen un efecto beneficioso para la salud y el bienestar del huésped). Pueden ser sintéticos o encontrarse en alimentos como: el yogur, los quesos y fermentados como el kéfir, chucrut, kimchi, té de kombucha, miso, tempeh, encurtidos, pan de masa madre. Prebióticos (carbohidratos (frutooligosacáridos) no digeribles cuya función es ser alimento de las bacterias que componen la microbiota, induciendo el crecimiento de microorganismos beneficiosos). Se pueden encontrar en alimentos naturales como: cebolla, alcaucil, ajo, banana, legumbres, espárragos, achicoria, puerro, avena, frutas y vegetales en general. Simbióticos, una asociación de los dos anteriores.

Aplicaciones clínicas

Los probióticos han sido utilizados en un gran número de patologías pediátricas, principalmente problemas gastrointestinales con alteración de la microbiota intestinal, como la diarrea infecciosa, el sobrecrecimiento bacteriano (SIBO) y, más recientemente, en los procesos inflamatorios crónicos como la enfermedad inflamatoria intestinal o los trastornos funcionales como el cólico o el estreñimiento del lactante, como también el Síndrome de intestino irritable (SII), la intolerancia a la lactosa, y la enfermedad celíaca.

También se ha demostrado que una microbiota saludable desde el nacimiento, tiene implicancias en la predisposición a la aparición de trastornos metabólicos como la obesidad, la diabetes y el síndrome metabólico.

Por otro lado, se ha valorado su efecto beneficioso en alteraciones inmunológicas como la dermatitis atópica, o en la prevención y tratamiento de la alergia alimentaria y, en los últimos años, en la prevención de patología del recién nacido pretérmino y la infección por H. pylori (bacteria que afecta al estómago causando problemas de gastritis crónica y úlceras).

Los diferentes probióticos emplean distintas estrategias de acción y no todas las cepas presentan la misma resistencia ni capacidad de colonización y, por tanto, no tienen la misma eficacia clínica. Por ello, en la práctica clínica hay que considerar que los efectos son específicos de cada cepa bacteriana y no están indicados para las mismas situaciones.

El empleo de probióticos debería centrarse en hacer corresponder las cepas y las dosis del producto utilizado a la condición para la que han mostrado ser beneficios en los ensayos clínicos. Por lo que muchas veces la indicación de alimentos fermentados en la población infantil, ofrece una respuesta incierta, al no conocer de qué cepa probiótica se trata ese alimento y si realmente puede resultar efectiva para el trastorno para el cual se consume. Además en el caso de los alimentos fermentados, se deben asegurar máximas condiciones de prevención de contaminación como también saber que algunas de ellas pueden ser de producción alcohólica por lo que se debe ser cauteloso al administrarse en población infantil.

Finalmente, existen varias líneas de investigación abiertas sobre la suplementación alimentaria con probióticos y prebióticos. Cada cepa probiótica debe ser estudiada individualmente y extensamente para determinar su eficacia y seguridad en todas aquellas situaciones en que su empleo pueda ser aconsejable, por lo que también el empleo de estos microorganismos, requiere de un conocimiento actualizado en el tema por parte de todos los profesionales del equipo tratante de trastornos frecuentes en la población pediátrica.

Lic. Mariana Pérez

@mp_nutricionsaludable

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Fuente Imagen: natuelife.natue.com.br

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