No come nada

Entre el primer y quinto año de vida, una consulta frecuente que suele darse es:

Mi hijo/a no me come”

No come nada”

Come muy poquito”

Si hablamos de un bebé lactante, ¡Claro que come! La leche, ya sea materna o de fórmula es alimento, y si es menor de 12 meses, es el alimento principal, así que si “no come” sólidos, de seguro está aprendiendo a hacerlo, a su ritmo, a sus tiempos, acorde a su desarrollo, y se alimentará de la leche mientras tanto.

En el caso de mayores de 12 meses, hay que indagar bien profundo. Porque el “no come” suele relacionarse al momento del almuerzo/cena, pero puede suceder que esté picoteando el resto del día galletitas, o jugos, o postrecitos o frutas cada media hora, o leche de vaca. Este último ejemplo es muy común: hay niños que toman alrededor de 1 litro de leche por día, lo que supera la recomendación en un 100%, esto hará que al momento de comer otros alimentos, no tengan hambre.

Por otro lado, el “ME” en la frase “no me come” viene de la mano, en muchos casos, de cómo toma el acto de cocinar y ofrecer alimento al bebé/niño su cuidador. El rechazo al alimento, o el dejar comida en el plato, suele tomarse como algo personal, culpógeno: “le preparé mal la comida, no le dediqué tiempo a cocinar, no se enseñarle a comer, que es un problema de educación” Son frases que se escuchan mucho, a veces no del mismo cuidador, sino del contexto, y genera frustración en los ma/padres, que brindan todo su cariño y esfuerzo a sus hijos.

Los niños necesitan mucho menos de lo que nosotros como adultos muchas veces esperamos. Además hay cierta edad en la que sus necesidades de alimento disminuyen notablemente en comparación a lo que venían consumiendo anteriormente: el ritmo de crecimiento a los 12 meses es un 20 a 30% de lo que venían creciendo durante la etapa anterior. Es un cambio que a veces se da de forma progresiva, y otros más abrupto. Como resultado, disminuyen sus necesidades energéticas, con la consecuente reducción del apetito.

Por otro lado, al empezar a deambular, el eje exploratorio pasa a ser otro, investigar y descubrir el ambiente que los rodea pasa a ser prioridad, y por eso muchos duran poco tiempo en sus sillitas, mesas o espacios destinados al momento de la comida.

Claro está que existen casos donde la inapetencia es real: suele estar acompañada de ánimo desganado y de muy bajo peso. Por eso es muy importante indagar siempre el contexto, la salud integral del bebé/niño y no sólo enfocarnos en el número de la balanza o en la cantidad de alimento.

¿Podemos acompañar a nuestros hijos en el proceso? ¡Claro! ¿Cómo?:

– Adaptar cantidad ofrecida: muchas veces llenamos sus platos. Mejor ofrezcamos de a poco, y si pide más, servimos otra vez.

– Ofrecer variedad siempre.

– Promover la autonomía, que sientan libertad de elegir, dentro del marco seguro y suficiente que ofrezcamos.

-Sin obligar, nunca, a comer a un niño. No hacen huelga de hambre, como digo siempre, no lo condicionan normas sociales o culturales. Se rigen por el principio del placer. Buscan (y rechazan) lo que necesitan.

Lic. Josefina Danussi

Licenciada en Nutrición

@danutri.ok

1135940698

josefinadanussi@gmail.com

Fuente imagen: Elpais.com

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