Hace
algunos años, la industrialización llegó al corazón de la casa, bajo la premisa
de facilitarnos la vida: la cocina.
No teníamos ni tenemos tiempo que perder, o eso creímos: la comida casera es
“trabajosa”.
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El precio que estamos pagando por éstos cambios, es alto. Una creciente
pandemia de obesidad infantil, con adolescentes padeciendo las enfermedades de
nuestros abuelos, como diabetes, hígado graso, colesterol alto, que calificamos
como “herencias”.
Si bien el componente genético es clave, en nutrición y otros aspectos de la
salud, hablamos también de epigenética: cómo el medio, y por lo tanto la
alimentación, influyen en nuestros genes, siendo clave el período de gestación,
lactancia y primeros alimentos, los famosos 1000 días.
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La Organización Mundial de la Salud, habla de alimentación perceptiva, es decir
ser sensibles a las necesidades y evolución del bebé. De la mano con ésta
corriente, encontramos el Baby-Led Weaning, alimentación complementaria guiada
por el bebé, quien decide qué, cómo y cuánto comer, e implica una mejora de los
hábitos familiares y la adquisición de una conciencia respecto a lo que
nosotros mismos comemos como adultos, además de la confianza en las habilidades
motrices y de deglución, siempre que reconozcamos las señales de que el bebé
está listo para comer.
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La premisa básica es la recuperación de los alimentos reales, quitando de
nuestras alacenas y heladeras los hoy llamados “ultraprocesados”:
comestibles con muy poco de alimento y mucho de experimento.
Comestibles que entran desde muy temprano en nuestra alimentación, bajo el
eslogan de “primeros alimentos”, y con la excusa de la practicidad.
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Si bien puede que el miedo al ahogo nos impida ofrecer alimentos en forma de
trozos (miedo que se vence con adecuada información), es importante que, sea
cual sea el método elegido, prime el respeto y la autorregulación, y le ganemos
algo de terreno a la industria, para que el futuro no nos encuentre como en la
película “Wall-E” (si no la vieron, es de mis favoritas).
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Para evitar la invasión de paquetes, la planificación es una de las mejores
herramientas. El tiempo invertido en mejorar la disponibilidad de alimentos
reales, es ganancia en salud.
Comer mejor no es más caro, pero si puede significar una mejor organización y
distribución del tiempo, y una reeducación de paladares viciados por los
aditivos.
Tampoco es un régimen para bajar de peso, si no una estrategia para mejorar la
calidad de vida, y una base fundamental de construcción de hábitos
nutricionales a largo plazo.
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En lo personal, esto convive fuertemente con la crianza respetuosa y con la
promoción de la lactancia materna, como parte de una nutrición holística.
Proteger y cuidar el cuerpo y la mente de nuestros hijos.
Natalia Rimondino
Asesora BLW, Lactancia materna y Crianza respetuosa. Doula
Fuente imagen: codigosanluis.com