La pareja nos invita a un crecimiento constante, nos refleja las heridas profundas de nuestra infancia.
Las heridas de la mas tierna infancia, quedan grabadas a fuego en nuestro interior, tengamos conciencia o no. Sin embargo, cada vez que las reconocemos, a pesar del dolor, muchas veces desgarrador, hemos crecido, estamos listos para dar el próximo paso, enriquecidos y fortalecidos.
Si miramos más allá de lo cotidiano, es decir, si miramos con amor, respeto y compasión, tenemos la posibilidad de darle las gracias a nuestra pareja, por ser nuestro espejo, por mostrarnos lo que todavía esta latente; en palabras de Brigitte Champetier de Ribes: “resolver los conflictos de la infancia es el único camino de crecimiento”.
Cultivar nuestra salud emocional, es realizar un viaje diario hacia nuestro interior, es volver a nuestra casa, a nuestra familia de origen, a nuestro sistema familiar; allí encontraremos las respuestas, allí estaremos protegidos y seguros; y cuando sentimos que esta bien para nosotros, que justamente, nos hemos nutrido emocionalmente, continuamos nuestro camino en la vida.
Las Constelaciones Familiares nos llevan lejos, atravesando las dimensiones del tiempo y del espacio. Su esencia es la reconciliación, en nuestro corazón y en nuestra vida de los opuestos. Cuando lo logramos, internamente crecemos, somos mas humanos. Y así, de esta manera podemos mirar a nuestra pareja, de ser humano a ser humano, con sus errores y aciertos, con sus fidelidades al pasado y con su presencia en la vida, con su amor y su dolor; en otras palabras igual que yo.
Mirarnos a nosotros mismos, el puente que transforma la relación
Cada vínculo nos revela las interpretaciones que repetimos sin darnos cuenta, esas narrativas internas que moldean cómo amamos, cómo pedimos, cómo reaccionamos y cómo nos protegemos.
La pareja actúa como un aula emocional donde, día a día, aprendemos a escucharnos. Aprendemos a nombrar lo que sentimos y a revisar las creencias que quedaron instaladas desde experiencias pasadas. Muchas veces no es la situación en sí lo que nos duele, sino el significado que le damos. Y cuando podemos identificar ese significado, esa frase silenciosa que opera detrás de cada discusión o distancia, recuperamos poder: dejamos de reaccionar desde la herida y empezamos a responder desde la consciencia.
En una relación, el desafío no es “ser perfectos”, sino ser honestos con lo que ocurre dentro nuestro. Observar con valentía qué partes de mí aparecen cuando el otro me confronta: ¿Surge la niña que quiere ser vista? ¿La que teme ser abandonada? ¿La que aprendió a complacer para no generar conflicto?
Nombrarlo no nos debilita: nos humaniza y nos libera.
El Coaching nos invita a hacernos preguntas que abren espacio en lugar de cerrarlo: ¿Qué de esto es mío? ¿Qué necesito realmente? ¿Desde dónde estoy interpretando lo que pasa?
Estas preguntas funcionan como linternas internas. Iluminan rincones que evitamos mirar y, al hacerlo, nos permiten volver a la relación con más claridad y menos carga.
Porque cuando podemos vernos con honestidad, también podemos mirar al otro con empatía. Dejamos de pedirle a la pareja que repare lo que no recibió nuestra infancia, y empezamos a construir un vínculo consciente, real y amoroso.
La salud emocional en la pareja no se trata de “no tener problemas”, sino de crear un espacio donde ambos puedan mostrarse completos: con fortalezas y vulnerabilidades, con heridas y aprendizajes, con historia y futuro. Cuando dos personas pueden mirarse así, de alma a alma, la relación deja de ser un campo de batalla. Se convierte en un lugar de crecimiento mutuo.
Carolina Bertoldi /Consteladora Familiar / Psicóloga Social - @renaceinterior
Giselle Torres / Coach ontológico profesional - @gisetorreslu


