Después de unos cuantos años de experiencia en terapia ocupacional pediátrica puedo afirmar que, para mí, la formación nunca acaba y que apenas te entregan tu título se te abre un mundo de preguntas e incertezas que solo la experiencia con las personas te puede responder.
He pasado por infinidad de cursos, ya no me acordaría cuales si no los leo, o busco certificados en algún cajón. Cada uno deja algo muy valioso. Pero, por lejos, a mí los que más me enseñaron son los niños/as con los que trabajé y trabajo, y sus familias. A ellos los recuerdo a todos sin tener que mirar una lista. Me enseñaron que, a veces, lo que una escuela y todo un equipo de tratamiento piensa que es A sobre un niño/a de 6 años, y en total desacuerdo con su mamá que cree firmemente B, puede resultar siendo un B rotundo y dejar sorprendido a todo este equipo de profesionales.
Casos como este, y escucharlo repetir dos años seguidos a una gran docente del “posgrado en estimulación temprana en niños de riesgo”, me llevaron a entender que las familias de un niño/a con discapacidad o desafíos en su desarrollo debe tener las riendas del tratamiento.
Cuando nace un bebe “típico”, se lo entregan a su familia, y ellos saben que hacer, saben que son los que están a cargo de esa nueva vida y aprenden. Cuando nace un bebe con discapacidad o aparecen desafíos a los pocos meses de vida, sus familias quedan paralizadas, mirando a todos lados, “entregando” todo su saber al saber de los médicos y terapeutas.
Creo firmemente que, gran parte de “ser” terapeuta infantil, es devolver a las familias de los niños y niñas que acompañamos, la confianza en sí mismas, las riendas. Devolver a las madres y padres la seguridad de que ellos sabrán hacerlo bien, incluso mejor que nadie, solo por el amor que le tienen a ese niño/a.
Lic Analia Gonzalez
Terapista Ocupacional
Cert. en Integracion Sensorial
MN2933 MP2288
IG @serparteconsultorio
Fuente Imagen: Guia del niño
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