Prevención de los trastornos alimentarios en la Infancia

Los trastornos alimentarios como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa o el trastorno por atracón, se caracterizan, en general, por una alteración de la conducta ante los alimentos, ya sea por exceso o por defecto. 

Existen diversos factores que los desencadenan, y puede afectar a niños, niñas, mujeres jóvenes y, cada vez más, a adultos. Se consideran graves porque tienen consecuencias físicas, pero también psicológicas y sociales. Los expertos los consideran psicosomáticos, y los engloban en la categoría de trastornos mentales.

La Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), también ha señalado la franja entre los 12 y los 24 años como la más vulnerable y que puede afectar tanto a personas que ya tengan algún problema en su alimentación como a personas totalmente sanas. Según esta misma entidad, unos 28.000 jóvenes están mostrando en la actualidad alguna conducta de riesgo.

Las estadísticas se han estancado en los últimos años, logrando, al menos, que el número de casos se estabilice. No obstante, las autoridades sanitarias aún señalan como prioridad que se inicie un descenso de las cifras.

La familia tiene que estar alerta ante un posible caso. Uno de los principales síntomas es que los hábitos de alimentación se alteran, y la relación del afectado con sus familiares cambia. Además, se produce una desadaptación al entorno de forma paulatina, que puede culminar en un aislamiento de las amistades.

La ayuda terapéutica es necesaria en prácticamente todos los casos. Existen varios tratamientos, aunque todos son a largo plazo y algo complicados. Afortunadamente, eso hace que un porcentaje muy importante de los pacientes se recupere. En el caso de la anorexia nerviosa, se estima que un 77% de los casos llega a la recuperación total, mientras que en un 19 % la enfermedad se cronifica. Asimismo, en lo que respecta a la bulimia nerviosa, un 72,2% de los casos se recupera, mientras que en un 21 % el trastorno se hace crónico.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se trata de un problema de salud que afecta de forma especial al sexo femenino. Concretamente, apunta que es la tercera enfermedad crónica con más prevalencia entre la población juvenil femenina.

Una correcta y adecuada educación alimentaria desde la infancia ayuda a prevenir la aparición de trastornos alimentarios. Además, detectarlos y tratarlos precozmente mejora mucho su pronóstico.

La detección precoz y ponerse en manos de especialistas para seguir un tratamiento adecuado son las mejores armas para combatir los trastornos alimentarios. Sin embargo, es mejor prevenir su aparición tanto en el ámbito familiar, educativo y social. 

Algunos consejos para prevenir los trastornos alimentarios ya desde la infancia:

  • Enseñar a los niños desde pequeños, tanto en casa como en la escuela, la importancia de correctos hábitos alimenticios
  • Comer en familia siempre que sea posible, convirtiendo la comida en un punto de encuentro y de reunión para comentar cómo ha ido el día y conversar tranquilamente 
  • Ofrecer menúes y comidas variadas e incluir todos los tipos de alimentos necesarios para una correcta nutrición, limitando el consumo de dulces y postres industriales y comida rápida
  • Ofrecer verduras y frutas de forma variada
  • Establecer horarios de comida regulares
  • Fomentar la autoestima. Es importante enseñar a reconocer sus capacidades y limitaciones, y aprender a sentirse a gusto consigo mismo. Reforzar la autonomía y estimular para que tenga sus propias opiniones y resulte menos vulnerable a los mensajes de los medios de comunicación y la publicidad. Esto evitará futuros complejos
  • Comentar con el niño/a estos mensajes sobre estética y alimentación que difunden los medios de comunicación, razonando lo que es cierto y lo que no, y enseñándole a valorar la salud por encima de los condicionamientos estéticos
  • Incentivar la práctica de ejercicio con regularidad. Recalcar los beneficios que tiene para la salud.
  • Facilitar las relaciones sociales y la participación en actividades extraescolares.
  • Establecer una buena comunicación dentro del ámbito familiar, para que el niño/a se sienta seguro de su entorno y que puede contar con el mismo para cuando lo necesite.

El tratamiento y seguimiento de estos trastornos amerita en todos los casos, la intervención de un equipo profesional interdisciplinario (pediatra o médico de familia, psicólogo y psiquiatra infantil, nutricionista , ginecólogo/a infanto-juvenil) ya que resulta fundamental para cubrir todas las áreas de tratamiento y sostener resultados a largo plazo, .

Lic. Mariana Pérez

@mp_nutricionsaludable

mpnutricionsaludable@gmail.com

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