Acostumbrados a la vorágine diaria, exigencias múltiples, semáforos que siempre están en verde para nuestra prisa, respuestas automatizadas…. Irrumpe en nuestra vida una nueva situación: algo tan diminuto que ni siquiera es posible observar con lupa, pero a la vez inmenso capaz de atravesar fronteras y paralizar el mundo.
Llenos de dudas, miedos e incertidumbre los padres tenemos que seguir en la desafiante tarea de la crianza, la cual es definida como “acción y efecto de alimentar y cuidar”.
En nuestros días, es frecuente escuchar acerca de la “crianza respetuosa”. Parece algo nuevo, pero fue el renombrado Sigmund Freud quien habló por primera vez de la crianza con apego.
Concuerdo con el padre del psicoanálisis que el respeto es la base, pero no es mi intención extender estos párrafos acerca de teorías ya que bien sabemos: no hay manuales para ser padres.
Este año todos somos primerizos. Seres individuales, diferentes, pero que viven en sociedad y la primera de ellas es la familia. La importancia de los roles en este núcleo cumple un papel fundamental en la crianza. Que los padres reflexionemos sobre cómo nos sentimos, qué nos pasa, qué hacemos con ello es lo primero, pero es importante resaltar que mientras el adulto se muestre tranquilo, el niño estará tranquilo.
¿Cómo llevan los más pequeños esta nueva forma de vivir? ¿Qué podemos hacer nosotros para ayudarlos?
Desde que nace hasta la edad adulta el ser humano transita diferentes etapas. Sin lugar a dudas, la niñez es una de las más importantes: es en ella que yacen los cimientos de lo que hoy somos. La característica plasticidad que nos permite adaptarnos a los continuos cambios que se presentan en este periodo hace que inocentemente romanticemos la situación.
No cabe duda de que son héroes, pero también son víctimas: somatización, hipersensibilidad, conductas disruptivas… estragos del aislamiento en los niños que nos colocan en jaque constantemente.
La función parental exprimida, la preciada paciencia que se extingue de a ratos. Una prueba que por momentos parece imposible pasar. Ahí es donde está la clave, no es un examen, es la vida que extraordinariamente nos hace cambiar las estructuras.
Pongamos freno a la sobre exigencias. Es necesario que seamos flexibles y cuestionemos su real importancia. Ideales alejados de la actual realidad implica pase libre a la frustración.
Seamos sinceros pero cuidadosos con la información que les damos. En la era digital el bombardeo informático es continuo y no siempre de calidad. No los subestimemos, los niños entienden todo. Escuchar antes de hablar. Ponernos a su altura y validar sus emociones, contenerlos, son algunas de las acciones aliadas con las que contamos. Es normal que se sientan aburridos, cansados, tristes, demandantes.
Es momento de poner el pie en el acelerador de la imaginación (la de ellos y la nuestra). Habremos escuchado más de una vez que los niños aprenden jugando. Es el juego un canal directo que nos permite a los adultos propiciar situaciones placenteras para ellos facilitando su desarrollo integral. Pero con el correr de los días vamos sintiendo que nos quedamos sin herramientas, ya no sabemos qué hacer, cuál otro “juego inventar”. No somos el jardín de infantes, el parque de diversiones ni sus compañeritos, pero somos sus padres y tenemos algo para darles que muchas veces falta y vale más que cualquier cosa: nuestro tiempo.
Es más fácil que a medida que pasen los días a la tecnología la veamos como una aliada. ¿Y por qué no? Las pantallas, el internet, las redes sociales forman parte de nuestra cultura. Los niños nacen rodeados de tecnología. No la hagamos una enemiga. Usémosla racionalmente. No hablo de chupete electrónico hablo de regular y aprovechar a compartir esos momentos con nuestros hijos. Pleno siglo XXI, estamos conectados, pero… ¿estamos comunicados?
En este 24/7 impuesto apostemos a compartir más momentos en familia. Involucremos a los niños en lo que quehaceres del hogar, los ayudemos con las tareas, pero también respetemos los espacios personales. Intentemos mantener una rutina de comidas, actividades diarias y sueño. La organización y los hábitos son fundamentales en el neurodesarrollo infantil.
No los presionemos, no olvidemos que somos nosotros en gran parte los decodificadores de esta situación.
No nos presionemos, hacemos lo que podemos. Como dije al comenzar acerca de la definición de crianza: acción y efecto.
No existe la acción perfecta pero claro está que cuando hay amor en ella el efecto es bueno.
Rittatore, María Sofía
@vidapediatrica
Fuente imagen: El Pais

