Mitos y verdades sobre el sueño infantil

Mitos y verdades sobre el sueño infantil

Como pediatra antes de ser madre, el tema del sueño infantil no me generaba demasiado interés. Ni me parecía que fuera un tema crucial en la vida de madres/padres y niños. Daba por hecho que, según había estudiado durante mis años de residencia en pediatría, los bebes no dormían de corrido hasta pasados “algunos meses”. Y asumía que los padres descansaban cuando el niño lo hacía… sea la hora que fuere.

Cuando nació mi primer hijo el tema del sueño fue uno de los protagonistas de nuestra vida… sobre todo de la mía.

Me encontré con un niño de 2/3/4 meses que se despertaba cerca de las 3 o 4 de la mañana para permanecer despierto durante unas 4 hs, y volvía a dormirse cuando yo tenía que levantarme para ir a trabajar.

Busque muchísimas estrategias para que conciliara el sueño en forma inmediata. Lloré del cansancio y de la angustia por darme cuenta que muchas veces no lograba mi cometido, por más tiempo que empleara en acunarlo, cantarle. O pasearme por toda la casa con él en brazos. Bañarlo antes de acostarlo a dormir, reducir las horas de siesta….

Nada de lo que yo aconsejaba a los padres de mis pacientes parecía funcionar con mi propio hijo, y cada vez que me refería a él. Nombraba esta situación del sueño como un trastorno, y no como algo fisiológico.

Luego del 5to mes, su sueño cambio. Se despertaba a esa misma hora (3 o 4 AM) pero se dormia inmediatamente tomando la teta, para despertarse nuevamente a la hora… u hora y media. Esto se agudizo cerca de los 7 u 8 meses, y continuó hasta pasado el año de vida.

Entre mi agotamiento y preocupación, comencé a interiorizarme más acerca del sueño en la primera infancia. Cuanto más investigaba, más confirmaba que mi visión acerca de lo que estábamos viviendo era equivocada. Mi pequeño no padecía ningún trastorno… solo respondía a su propia maduración neurológica

Lo que sucede es lo siguiente: luego del primer mes o mes y medio, muchos bebés empiezan a dormir varias horas seguidas. Entonces los padres interpretan que esto continuará siendo así… y que tanto bebe como ma/padres van a poder dormir de corrido de allí en adelante. Pero no. Entre el cuarto y el sexto mes, la gran mayoría de esos bebés que dormían 5 o más horas de corrido empiezan a despertarse con frecuencia, cada 2 horas o menos.

Este cambio en la rutina del sueño es desconcertante para esos padres que no pueden entender cómo algo que venía tan bien, de pronto sufre un cambio tan repentino. Al igual que el resto de los aspectos del desarrollo, el sueño es un proceso madurativo.

El sueño en los adultos consta de 5 fases, mientras que los bebés nacen con 2 solamente. El resto de las fases las van incorporando con el tiempo,  llegando a adquirir casi todas alrededor del sexto mes. Pero no tienen aún el desarrollo neurológico necesario para poder pasar de una fase a otra sin despertarse.



En el enlace entre fases se producen entonces los llamados “micro-despertares”. Los adultos también los tenemos. Son esos momentos donde cambiamos de posición en la cama, miramos el reloj, acomodamos la almohada, y volvemos a dormir sin recordar que hicimos todas estas cosas.

Los bebés no pueden hacer esto porque aún no dominan la técnica de volver a conciliar el sueño por sus propios medios luego de esos micro-despertares.

Las madres que practican el colecho han comprobado que si cuando sus hijos/as comienzan a despertarse, ellas les acercan el pecho y ellos/as comienzan a succionar, concilian el sueño rápidamente generando no solo que el/la bebe se vuelva a dormir sino que la mama puede continuar durmiendo sin necesidad de levantarse y despabilarse para acudir al llamado de su hijo/a.

Con el tiempo todos los niños consiguen dormir toda la noche, aunque el sueño infantil adquiere una estructura similar a la del adulto alrededor de los 6 años, pero los despertares nocturnos siguen ocurriendo aunque en menor medida; para los 3 o 4 años muchos niños consiguen tener un sueño bastante similar al del adulto maduro.

Con esta información queda claro que no necesitamos entrenar o enseñar a los niños cómo dormir, ya que los niños nacen sabiendo dormir porque el dormir es una necesidad fisiológica, tan importante como alimentarse.

La diferencia es que ellos no duermen de la misma manera que nosotros, los adultos.

Si los/las niños/as se sienten protegidos, atendidos y acudidos en sus necesidades eso les permitirá atravesar las etapas madurativas sin llantos innecesarios, sin sentirse solos y sin ser exigidos en algo que aún no están preparados para hacer.

Dra. Cecilia Basile

Médica Pediatra

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