La niña que no pudo ser

Hoy mientras la escuchaba la sentí distinta…sus ojos estaban cansados, no me dijo nada pero sentía que algo pasaba. La venía acompañando desde hacía tiempo y no era la misma. Espere a que saliera de ella, a que me dijera que le estaba sucediendo. Y entre palabras, sonrisas enmascaradas y silencios que lo dicen todo, pudo soltarlo. Me dijo estoy muy triste, no me siento una buena madre, no siento estar haciendo las cosas bien por mí hijo, siento no saber que hacer, quizá no debí tenerlo, quizá no estaba preparada, quizá me faltaba crecer, yo no tuve un modelo de Mamá, no tuve ejemplos, ni abrazos, ni palabras dulces, ni canciones de cuna, ni miradas cómplices, ni abrigo en noches de invierno…yo no tuve eso y quizá por eso hoy no se cómo dárselo. Y mí hijo no tiene la culpa de mí pasado. ¿Como no repetir la historia? Me preguntaba casi llorando…como hago para ser madre sino tuve una, si aprendí todo sola, estuve sola, luche sola, ame sola, desee sola, gane sola, perdí sola, jugué sola, y ahora crío también sola. Yo sabía su historia, la hemos trabajado muchas veces, más allá de que las heridas nunca cierran del todo…y las cicatrices serán parte de ella siempre. Pero también sabía o al menos eso me expreso, que está decisión de ser madre sola, si era elegida, deseada,.pensada, con ganas,.con dudas pero con más certezas aún, con miedos y muchos, pero que no la pararían. Entonces que pasó ahora? No era algo que iba a preguntarle a ella, pero si me preguntaba yo… Y al mirarla a esos ojos vidriosos, tristes, temerosos, indecisos, sentí que esto seguramente tenía que pasar. Era parte del proceso, de la toma de una elección nada fácil, nada simple, y que estás dudas, estos sentires, está angustia, este miedo interno enorme, le recuerdan a ella. 


A la niña que fue o mejor dicho que no pudo ser, que le arrebataron, que no le dejaron conocer. Una vez me dijo, me robaron la infancia, y eso es que me robaron todo. ¿Como construyó sin eso? Cada pregunta era enorme, no había respuestas reales o mejor dicho que la ayuden un poco a seguir viviendo. Era la hora de cerrar la sesión, extendí mí mano en la pantalla, ahora no hay otra manera de estar cerca…y le pedí que antes de abrazar a su hijo, se abrace ella, fuerte bien fuerte, y lo más dulce que pueda y en ese abrazo se perdone y perdone a aquella niña que no pudo ser.

Valeria Bronstain

Consultora Psicológica

valeria8126@gmail.com

@valeriabronstain

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