Una frase que nos hace reflexionar sobre la infancia desde la igualdad y libertad:
Un niño empieza a ir a una escuela nueva, lo lleva su papá. Dos docentes conversan:
- Martín empezó la escuela. Viene acompañado por su papá.
- ¿En serio? ¿No lo trae su mamá?
- No.
- Que raro..
- ¿Por qué?
- No sé…
- …
Por casualidad escuché este diálogo que me hizo pensar… Cuando a los chicos los llevan sus mamás a la escuela, ¿alguien piensa que eso es «raro?» ¿Se imaginan este diálogo al revés? Yo tampoco.
Me cuesta pensar que sigamos escuchando este tipo de conversaciones en el año 2021. ¡Cuán arraigados están los estereotipos de género!
Para que la crianza sea igualitaria para los/as niños/as, las responsabilidades de cuidado a lo largo de la crianza de niños y niñas deben compartirse entre hombres y mujeres. ¿Pero qué pasa cuando esto ocurre y a la sociedad le parece «raro»?

Hay que volver a recordar algunas cuestiones:
Las mujeres no tenemos una predisposición «natural» al cuidado de nuestros hijos. Las tareas de cuidado (de los hijos y del hogar) se aprenden socialmente y pueden ser realizadas tanto por mujeres como por varones.
Esta división de tareas no es natural, sino que se construye socialmente. Cada sociedad va estableciendo, a lo largo del tiempo, determinados espacios, roles y actividades diferentes para mujeres y hombres. Eso lleva a la idea ficticia de que existe un mundo femenino y uno masculino.
Lo que ocurre es que a lo largo de la infancia, los niños crecen y se desarrollan inmersos en la sociedad que de a poco va moldeando sus conductas, asignándoles tareas, roles y personalidades. Esos son los mandatos o roles de género que terminan siendo estereotipos, generando la equivalencia genital=personalidad.
Recordemos que los términos sexo y género no son sinónimos. El sexo tiene que ver con las características biológicas y físicas de cada persona.
En cambio el género se refiere a los roles, hábitos y conductas que se asocian con lo «femenino» y lo «masculino». Estas características no se dan naturalmente, sino que las establece cada sociedad a lo largo del tiempo.
¿Qué podemos entonces hacer para acompañar las infancias desde un marco de igualdad y libertad?
- Prestar atención a no catalogar los juegos, los cuentos, las canciones, los juguetes, los colores, la ropa como «de nene» o «de nena».
- Trabajar para quitarnos de la cabeza, y de nuestro lenguaje, frases como «los varones no lloran», «las nenas son dulces…»
- Estar atentos al surgimiento de estos estereotipos de género para conversar sobre ellos y problematizarlos, en cada familia… en la escuela, el club..
- Incorporar libros que trabajen sobre estas cuestiones para abrir espacios de reflexión con los/as niñas (en este momento se me ocurre por ejemplo «Lola no está sola.»)
El proceso no es fácil ya que la mayoría de nosotros crecimos con esas ideas bajo las cuales construimos nuestra personalidad y los (pre) conceptos sobre cómo son "los hombres" y cómo "las mujeres".
El desafío es grande, la apuesta también.
Vale la pena!
Lic. Virginia Ruiz


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