La importancia de la microbiota en los primeros 1000 días

La importancia que tienen los primeros 1.000 días de nuestras vidas, periodo comprendido desde la concepción hasta los dos años, en la aparición de enfermedades crónicas no trasmisibles en un futuro es objeto de estudio en los últimos años.

En la actualidad existe evidencia científica muy clara sobre la importancia que tiene la alimentación durante el embarazo y en el niño hasta los dos años (esos primeros 1.000 días), por lo que optimizar un aporte de nutrientes para su desarrollo y su salud en ese momento y en etapas posteriores resulta crucial para poder minimizar enfermedades como la obesidad o las alergias.

Aunque son varios los factores involucrados en un buen crecimiento infantil y en disminuir el riesgo de enfermedades en etapas posteriores, en los últimos años está cobrando gran importancia el papel que puede jugar el desarrollo de una microbiota intestinal (población de microorganismos principalmente bacterias, que forman parte del organismo de cada individuo) lo más saludable posible y su posible modulación con el empleo de probióticos (bacterias benéficas) y prebióticos (alimento de las bacterias que componen la microbiota) capaces de estimular el sistema inmune.

Cada individuo posee una comunidad microbiana particular que depende de su genotipo y de la exposición temprana a los microorganismos de su entorno. Esto implica que la colonización desde el nacimiento será diferente dependiendo de factores como el tipo de parto, la presencia o no de lactancia materna y duración, la edad gestacional al nacimiento, el entorno rural o urbano en que se crece, el nacer en un país en vías de desarrollo o desarrollado, el uso de antibióticos, especialmente los utilizados para combatir infecciones durante el parto y en la primera infancia.

Un inadecuado desarrollo de nuestra microbiota intestinal durante los primeros meses de vida por el aumento del número de cesáreas, el abandono prematuro de la lactancia materna o, ya en la edad adulta, por el abuso de antibióticos, una alimentación inadecuada o el proceso del envejecimiento, nos puede llevar a un estado de disbiosis lo que significa una alteración de la microbiota tanto cualitativa (predominio de especies distintas a las habituales) como cuantitativa (menor concentración de bacterias beneficiosas). La consecuencia será la disminución de sus efectos saludables y la aparición de enfermedades.

Se ha comprobado durante mucho tiempo, que un recién nacido a término por vía vaginal y alimentado con leche materna desarrolla una microbiota más competente y protectora frente a la aparición de algunas enfermedades. Así, los lactantes alimentados con leche humana tienen una menor incidencia de infecciones, de alergias y de problemas digestivos, un mejor desarrollo neurológico y una menor posibilidad de presentar enfermedad inflamatoria intestinal, diabetes, sobrepeso y obesidad en el futuro.

Otro factor que condiciona el tipo de bacterias presentes en nuestro intestino es el paso de la lactancia a la alimentación sólida. Es en este momento cuando se empiezan a producir cambios en la comunidad microbiana que tendrán como resultado el establecimiento de una microbiota con un aumento de la diversidad, una disminución de las bifidobacterias y una transición hacia una microbiota madura, adaptada a una mayor ingesta de proteína animal y de hidratos de carbono de origen vegetal, dominada por otro tipo de especies (Bacteroidetes y Firmicutes). De hecho, hay una correlación entre la microbiota intestinal que va adquiriendo el lactante y la introducción paulatina de los alimentos durante los dos primeros años de vida.

En general, se estima que los grupos microbianos dominantes en la microbiota intestinal de los niños de 2 años son similares a los de los adultos, aunque todavía existen diferencias en cuanto a las especies presentes. Al final de la adolescencia esta diversidad bacteriana, muestra una elevada estabilidad en los adultos sanos aunque hay una serie de factores, fundamentalmente la alimentación y el estilo de vida, que la pueden modificar a cualquier edad, incluso en la vejez.

Cabe destacar la importancia que tiene la educación para la salud en este tema a fin de recalcar que los profesionales sanitarios a cargo del cuidado de la infancia, puedan fomentar desde las primeras consultas tanto a madres, lactantes y niños pequeños la práctica de hábitos saludables de vida y alimentación para una nutrición óptima durante los primeros 1.000 días de vida con la consiguiente prevención de enfermedades en el futuro.

Lic. Mariana L Pérez

@mp_nutricionsaludable

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