Somos Historias, hoy “Gabriel Azcurra”

Historia de una dislexia

Nací en Olavarría, crecí en la Villa Alfredo Fortabat, donde disfruté de una infancia privilegiada, gozando de mucha libertad y en contacto pleno con la naturaleza. Siempre rodeado de amigos y familia, la villa entera era una gran familia, se respiraba la seguridad, porque todos nos conocíamos y nos cuidábamos unos a otros. Asistí al primario en la Escuela N°12. Mi adolescencia transcurrió con un pie en cada lugar. Jugaba al fútbol en el club Loma Negra y al rugby en el club Estudiantes de Olavarría, mientras cursaba el secundario en el Colegio Normal, donde también practicaba atletismo, siempre mucho deporte, me ayudó a forjar el carácter.

A los 17 años dejé mi casa para estudiar medicina en la Universidad de La Plata. Mi desempeño en la facultad fue bueno. No obstante, a la vez que me resultaba muy fácil entender, aprender y desarrollar habilidades, esto no se traducía en los exámenes. Salvo algunos exámenes brillantes, paradójicamente los más complejos y con los profesores más exigentes, en la mayoría aprobaba y algo más , pero nunca destacaba. Me recibí, y cuando me postulé para la especialidad, las calificaciones eran lo único determinante, claramente quedé en desventaja. Afortunadamente conseguí entrar en el Hospital de Gonnet donde me aportaron todo lo necesario para una excelente formación pediátrica integral. Donde siempre aprendía mucho más desde la observación y la práctica que desde la teoría. Por último el examen de especialista, que preparaba durante las madrugadas, porque trabajaba a pleno durante el día, se hizo muy duro y no lo hubiese logrado sin el apoyo de amigos, pero al final, rindió sus frutos.

Comencé a ejercer la profesión en el ámbito público y privado, emergencias y Centros de Salud, donde concluí como Subdirector de Atención Primaria en una zona muy carenciada en el Conurbano Bonaerense. Finalmente fuí afianzándose en lo que realmente me gusta , pediatría ambulatoria, consultorio y visitas a domicilio, el viejo rol de pediatra de cabecera, volviendo a lo que en otro momento era la función del médico de pueblo.

En ese momento el Dr. Gustavo Abichacra, colega y amigo, me invitó a participar de las reuniones de Disfam Argentina una asociación que acababa de fundarse para apoyar a familias de niños con dislexia. Reconozco que no me parecía un tema prioritario en pediatría, y que en ese momento asistí con la intención de acompañarlo. El primer testimonio que presencié fue la historia de un niño de 12 años que había concurrido llorando al colegio durante meses, hasta que un día planteó a sus padres que no quería de esa manera seguir viviendo. Fue tremendamente impactante, a ésta le sucedieron cientos de historias diferentes. El denominador común era el sufrimiento, y la causa, una simple dificultad en el aprendizaje que no era detectada ni tratada oportunamente. Fue realmente asombroso, y lo más increíble era que estaba a la vista de todos y la mayoría no podíamos verlo. Automáticamente quede atrapado por el tema y seguí trabajando hasta la actualidad, formándome al lado de los profesionales más experimentados en las diferentes disciplinas.

Habían pasado tres años de investigación, capacitaciones a docentes, Congresos e incluso el acompañamiento a la promulgación de la Ley de Dislexia y otras DEA (Ley 27306) . Siempre hubo señales sutiles que me hacían sentir identificado con las personas con dislexia, pero el hecho de haberme recibido aprobando todos los exámenes de la carrera, salvo alguna rara excepción, descartaba inmediatamente el diagnóstico.

En septiembre de 2016, participando del 2° Congreso Internacional de Dislexia en Argentina, se realizó un ejercicio de lectura, leyendo en tiempo medido. Luego preguntaron cuantos errores habíamos detectado. Me di cuenta que, no sólo no había podido analizarlo, sino que no había alcanzado a leer ni la mitad en el tiempo establecido. Cansado de las dudas tomé la decisión de hacerme la evaluación. En ese mismo Congreso, Araceli Salas, fundadora de Disfam España, me propuso participar en el Congreso que se realizaría en Palma de Mallorca. Como resultado, dos días antes de viajar a España, donde tuve el privilegio de ser el primer expositor, recibí el diagnóstico de dislexia.

Esta creo, fue la demostración más cruda y cabal de lo difícil que puede ser la detección. Me ayudó a tomar consciencia de que aún habiéndome recibido, aún casi sin haber reprobado exámenes, yo también tenía esta dificultad, y de la facilidad con la que puede pasar desapercibida. Creo que esto resume lo más importante del mensaje: la dislexia no se expresa siempre de la misma manera, aunque siempre disminuye el rendimiento académico. Por otro lado, no es condición necesaria ser mal alumno, repetir de grado, reprobar exámenes o fracasar en el colegio, cualquiera puede tener dislexia cuando el rendimiento académico no es acorde a la inteligencia y el esfuerzo. Es importante saber que esta es una dificultad que en forma silenciosa desgasta la autoestima, porque es un obstáculo invisible que nos hace tropezar una y otra vez y que afecta en promedio al 10% de la población mundial. Por lo cual es mucho más frecuente de lo que llegamos a pensar, aunque hasta hace unos años, se hablaba muy poco. Estos alumnos son rotulados como vagos o, por el contrario, ganan el premio al esfuerzo. Es frecuente que se atribuya la dificultad a un problema de atención, emocional o de conducta. Es importante saber diagnosticarlo porque con tratamiento se puede mejorar y el diagnóstico permite a las personas entender lo que ocurre.

Actualmente continúo ejerciendo mi profesión como pediatra, desde un punto de vista más humano e integral, como lo aprendí con estos niños, a la vez que trato de transmitirlo a mis colegas pediatras, que junto con los docentes, son los dos grupos prioritarios donde se puede lograr la detección oportuna. Además de eso, me especializo como Consultor en dislexia para llevar información a las familias, hoy la tecnología me permite hacerlo también a distancia, es muy asombroso observar cómo a través de estas asesorías, acceden a un conocimiento profundo de la dislexia, que cambia la mirada, la percepción y la comprensión de todos los procesos que la rodean. En definitiva, mejoran la calidad de vida del niño y de quienes lo rodean.

La dislexia es una dificultad que nos desafía, pero no un impedimento para cumplir nuestros sueños”. Es verdad que puede quitarnos algunas oportunidades, sobre todo si la desconocemos, pero también nos aporta diferentes habilidades y virtudes. En mi caso por ejemplo, reforzó el altruismo que me inculcó mi padre, lo que me impulsa a ayudar a otras personas, sobre todo niños, y lo reconfortante de esos actos da un aporte especial a mi vida que no cambiaría por nada. Por otro lado sólo el hecho de saber el diagnóstico, cambió la comprensión de mi vida entera. Tal como lo describió Jennifer Aniston, cuando a los 20 años le diagnosticaron dislexia: “Fue como si todos los dramas de mi niñez hubieran sido explicados en ese mismo momento”.

De cualquier manera, esta es sólo una de miles de historias, hay muchas sin descubrir todavía, solamente hace falta aprender a buscar, tal vez sea tu propia historia…

Dr. Gabriel Azcurra

Médico Pediatra

Consultor en Dislexia

IG dislexia_dr.gabrielazcurra

@dislexiacounseling

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