Cuando llegamos a adultos traemos con nosotros más de 25000 horas de cintas grabadas con la voz de nuestros padres.
¿Cuántas de estas horas nos dicen que genial que eres?, que inteligente, confío en vos, sos maravillosa, sos brillante, te amo!
sería una maravilla que así fuera, ¿qué era lo que recibías?
Aunque la manera en la que te tomas un halago también habla de tu niña herida, ¿puedes recibir una palabra amorosa?
Cada palabra que escuchamos queda grabada en nuestro inconsciente como una verdad.
Así que necesitamos tomar a nuestros niños y darles lo que necesitan.
Tenes todo el tiempo la sensación de si hago esto voy a ser feliz, si logro esto otro ahora si, voy a ser feliz, cuando me mude, cuando arregle mi casa, cuando consiga este trabajo, cuando me case, cuando tenga hijos, y así se va pasando nuestra vida buscando ese pedacito de sensación para sentirnos completos o felices…
Esa sensación viene de mucho antes, a veces incluso de nuestro vientre materno…
Pero remontándonos a nuestra infancia, si vemos al niño que éramos ¿que era lo que queríamos ser a los 7 años? ¿Pueden acordarse de eso?
¿A qué jugaban, que los divertía?, ¿en qué ocupaban su tiempo?
Para empezar el camino de la sanación, necesito empezar a ver si lo que hago hoy es para mi o para complacer a alguien más.
Si desde chica te enseñaron que tenes que estar bien vestida, arreglada, tener el cuerpo de alguna manera en especial.
Porque vas a ser mejor vista, que no podes contestar porque es de mala educación, tienes que sonreír o estar alegre, porque mirá todo lo que tenes, tenes que ser más agradecida!
No llores, no entiendo porque lloras si tienes todo!
Si estaba mal mostrar tu debilidad, llorar no estaba bien y así nos enseñan a ponerle barreras a nuestras emociones.
Imaginen que somos como grandes represas, pobre el que esté adelante el día que esa represa se rompa, porque va a haber un alguien que se banque aunque sea por única vez la ola inmensa con todo lo que trae.
Pero volviendo a la desconexión, todo lo que vamos perdiendo en el camino, es todo lo que nos aleja de nuestro niño interior.
Espontaneidad, amor propio, creatividad, diversión, reírnos de nosotros mismos, al dejar de conectar con lo que nos pasa.
Porque creemos que lo que nos pasa está mal, entonces qué confusión, ahí empiezan a aparecer las emociones que nos alejan aún más de la verdad.
El miedo, la ansiedad, el enojo, no entiendo porque cuando esta persona me habla me agarra una furia asesina, todo esto me aleja de quien soy en verdad y lamentablemente muchas veces aleja a mi entorno porque me convierto en alguien que no soy.
Todo por complacer al otro, ¿a quien a papá, a mamá, a todos?
Aprendí que lo que siento no es tan importante como complacer al otro.
¿Es el otro el que tiene que estar bien así me quiere y me elige?
Muchas veces esta sombra aparece cuando somos padres.
Es allí en donde nos vemos reflejados en nuestro niño que llora, que necesita, que pide, dependiendo de cuán conectado estés a tus emociones podrás acudir al llamado naturalmente.
O llorarás con tu hijo porque el espejo es muy fuerte.
Repetimos sin querer patrones heredados, de generación en generación, mirarnos, conocernos, sanar el niño que fui me hará libre, podré elegir y volver a ser siempre mi mejor versión primero para mi y luego para mis hijos.
Eugenia Moscariello
Psicoterapeuta/ Coach de vida
@despertarsana
despertarsana@gmail.com
Fuente imagen: saltillo360.com