Aportes de las experiencias con el sonido y la música a la crianza respetuosa en confinamiento

En el contexto actual que nos toca atravesar, caracterizado por diferentes grados de preocupación e incertidumbre, cada una de las decisiones que hemos ido tomado a través del tiempo en relación a la crianza de nuestros hijos e hijas se convierten en un desafío cuya dimensión se va agrandando a medida que la cuarentena y el aislamiento se extienden.

Nuestros recursos comienzan a agotarse, nuestra energía ya no es la misma que hace dos meses atrás, y el “estar” de los niños/as en este tiempo también se ha ido modificando. ¿Cómo contener amorosamente, entonces, a nuestros hijos e hijas en este contexto en el que, por momentos nos resulta difícil sostenernos, incluso, a nosotros/as mismos/as?

Primeramente, es importante hacer hincapié en que, cuando hablamos de crianza respetuosa no estamos haciendo alusión a una metodología de crianza predefinida o a una disciplina estandarizada sino que nos referimos a un paradigma desde el cual nos posicionamos a la hora de decidir cómo criar; paradigma que concibe a las niñas y niños como sujetos con el derecho a ser escuchados/as y tratados/as de manera empática y cuidada en lo que refiere a su desarrollo emocional.

Así es que no existen “recetas” para aplicar a la hora de criar a la luz de esta perspectiva, pero sí algunas preguntas que podemos hacernos para concientizar nuestras decisiones como padres, madres o responsables de crianza en relación a este tópico: ¿qué quiero y qué no quiero repetir de la crianza que recibí en mi propia infancia y/o niñez?, ¿cuál es mi posición en relación a los límites y cómo puedo actuar en función a ella?, ¿qué cuestiones considero primordiales en la etapa del desarrollo que están atravesando mis hijos/as y qué decisiones tomo al respecto?, entre otras.

Ahora bien: sostener estas elecciones conscientes de crianza en un contexto como el de la pandemia que se nos impone diariamente (por no decir a cada hora o a cada minuto) sólo es posible con cimientos fuertes, con convicciones que van de adentro nuestro hacia afuera y no a la inversa.

Por eso, desde hace ya algunas semanas he estado en contacto con profesionales especialistas en gestión de crisis quienes invitan a las familias a re-enfocar la mirada de esta circunstancia desde el paradigma resiliente -versus el paradigma del riesgo-.

Esto implica la consideración de la cuarentena como una oportunidad de autoobservación y autoregistro que pueda devenir en un cambio trascendental permitiéndonos, así, flexibilizarnos, transformarnos y adaptarnos a la situación que se nos presenta no desde el acto de “conformarse” sino desde la “aceptación más sana y verdadera.” 1 Llevándolo a un ejemplo concreto, podríamos pensar una y otra vez el porqué de esta situación y de todos los problemas y preocupaciones que conlleva, o bien, podemos aprovechar la ocasión para preguntarnos para qué puede servirnos aceptando que, de momento al menos, no podemos modificarla.

Desde ya que esto no implica una emocionalidad sin exabruptos ni momentos difíciles de sobrellevar pero sí una actitud que nos permita salir fortalecidos/as de ellos.

“A familias resilientes, niños resilientes” Si bien los niños y las niñas invisten una apertura y una flexibilidad muchas veces mayor que la que poseemos las personas adultas, no es extraño para los que trabajamos con y para las infancias escuchar, en estos tiempos, familias preocupadas por observar en los más chicos ciertas sintomatologías que les 1 Lic. Natalia Rodríguez. Ceres Consultoras llaman la atención: regresiones, miedos nuevos o reedición de miedos antiguos, irritabilidad, trastornos del sueño, llanto sin motivo aparente, hiperactividad, etc.

En principio, y siguiendo la línea del paradigma resiliente que le da marco a la presente reflexión, considero fundamental subrayar la importancia de no patologizar estas conductas y comprender que están circunscriptas a una situación particular.

Hoy, como personas adultas, lo mejor que podemos hacer ante ellas es no juzgarlas, alojarlas y brindar, dentro de nuestras posibilidades, contención, sostén amoroso, escucha y espacios de libre expresión que permitan a los niños y niñas exteriorizar sus desasosiegos e inquietudes.

Por otra parte, brindar espacios para exteriorizar angustias puede convertirse en un gran recurso que ayude a los niños y niñas a atravesar el aislamiento. Y aquí citaré una idea desarrollada por el psicoanálisis llamada “sublimación”.

La sublimación es un concepto perteneciente al área de la química que Sigmund Freud ha tomado para denominar un mecanismo de defensa que consiste en canalizar nuestras angustias a través de vías saludables. Podemos decir que el arte (pintura, escultura, literatura, música, expresión corporal, etc.) y el deporte son las actividades sublimatorias por excelencia ya que nos permiten reorientar nuestras tensiones de modos sanos y adaptativos.

En síntesis y teniendo en cuenta lo dicho, la pregunta que se nos abre, entonces, es: ¿cómo brindar a nuestros niños y niñas espacios de exteriorización utilizando recursos expresivos diversos para atravesar el aislamiento de un modo resiliente? Como musicoterapeuta podría enumerar un sinfín de herramientas a través de las cuales las experiencias con los sonidos y la música pueden funcionar como espacios de exteriorización. Sin embargo, considero primordial tener presente que dosificar nuestros recursos en pos de lograr mantener un equilibrio emocional sano debe funcionar como criterio común antes de que la mera aplicación de cualquier recomendación. Así es que el confinamiento nos insta a, por un lado, plantearnos objetivos realizables y ajustados a nuestras posibilidades reales y, por otro lado, a reducir presiones, exigencias y juicios para con uno mismo y para con los demás de manera tal que reduzcamos la presencia de factores estresantes y angustiantes.

Las experiencias con el sonido y la música como recursos expresivos Las experiencias musicales son únicas y singulares en cada niño/a y no en todos, la misma música produce el mismo “efecto”. Sin embargo, distintas investigaciones evidencian que hacer música aporta a los niños y niñas beneficios en su desarrollo tales como el favorecimiento de la autoestima y seguridad en sí mismo/a, la estimulación de funciones cognitivas como atención, concentración y memoria, ejercitación de la motricidad fina y gruesa, promoción o fomento de la creatividad, conocimiento de la cultura, incremento de recursos expresivos, respeto por las diversidades, entre otros. Ahora bien: corriéndonos del paradigma estimulador, podemos pensar en propuestas lúdico musicales que funcionen como un espacio de comunicación en el cual la niña o el niño sea escuchado/a haciendo del sonido un lenguaje, un modo de “decir” aquello que le acontece.

Una invitación a ello con niños de 3 años en adelante, puede ser la de ofrecer un instrumento musical o cotidiáfono (tambores, cacerolas, llaves, cajas, etc.) y, luego de dejar unos minutos para la exploración libre, proponer distintos nombres para ese elemento sonoro (el nombre de alguien a quien extrañe, el nombre de algo que le cause enojo, el nombre de algo que le dé alegría, el nombre de algo que le de miedo, el nombre de alguien a quien quiera, etc.) y que, en cada propuesta pueda ejecutar ese instrumento del modo que le sugiera el nombre elegido.

Para los más pequeños y las más pequeñas, poner música y bailar libremente solos/as o con un objeto (cinta, pañuelo, globo, almohadón, etc.), dibujar lo que le surja a partir de la audición de algunas canciones, improvisar melodías y ritmos vocales o instrumentales, pueden constituir recursos sencillos que les brinden estos tan necesarios, espacios de expresión. A partir de los 5 años aproximadamente podemos invitarlos/as a crear versos o rimas, o bien recrear canciones ya conocidas utilizando sus melodías y modificando la letra para expresar distintos pensamientos relacionados o no con el confinamiento.

Por último, y recordando la importancia de adaptar estas sugerencias a las realidades diversas de cada niño, cada niña y cada familia, podemos proponer la realización de experiencias receptivas.

Las mismas consisten en la audición y escucha musical y sonora proporcionando una experiencia estética, positiva y agradable: imaginería guiada, meditaciones, respiración consiente y técnicas de visualización de imágenes positivas.

Desde el punto de vista de la recreación y el ocio, podemos presentar distintos juegos como bingos sonoros, canciones acompañadas con percusiones corporales (como challanges), cuentos con sonidos, ecos rítmicos y melódicos. Sostener la crianza consciente y respetuosa en el contexto de la pandemia es posible si nos permitimos aceptar (nos) y flexibilizar(nos) tomando aquellos recursos que nos resuenen y haciéndolos propios para, así, tomar de la mano a nuestros niños y niñas y acompañarlos desde un lugar resiliente.

Lic. Prof. Clara Rodríguez

@minimusicos

Fuente Imagen: Noticias24

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