Nadando entre soledades

¿A que llamamos puerperio?

Suele definirse al puerperio como el período que tiene lugar luego del nacimiento y los 40 días posteriores. Durante el mismo, se producen una serie de transformaciones, tanto a nivel orgánico como a nivel funcional, en donde el cuerpo regresa progresivamente al estado anterior al embarazo.

Cuando una lee este tipo de definiciones, no cabe más que una sensación de vacío.

¿El puerperio es solo eso?

¿Y qué hago yo con todo este resto que me está pasando?

En principio, es importante aclarar que cada puerperio es vivido por cada mujer de manera diferente. Es un proceso que se encuentra atravesado por una multiplicidad de factores: Tanto cuestiones económicas, sociales, afectivas y laborales, como también por la personalidad tanto de la mamá como del papá, sus historias previas y su forma de vincularse.

Pero para todas nosotras hay un punto de contacto: Es un momento significativo, de aprendizaje y adaptación.

Es fácil de apreciar, que a partir del momento en que las mujeres damos a luz, nada vuelve nunca, a ser como antes.

Y creo que de eso se trata cada puerperio, de un nuevo comienzo.

Porque son dos los sujetos que nacen, una madre y un bebe, pero también queda atrás la vida que conocíamos hasta entonces y con ella, la mujer que éramos

Ni el cuerpo, ni nuestra vida, ni nuestra pareja, ni nosotras mismas, volvemos al estado anterior, todo cambia. Y no es para menos, un nacimiento es un hecho sumamente trascendental.

Desde mi punto de vista, el puerperio es lo más parecido a un rompecabezas.

Es un tiempo de unir partes. Partes que ya estaban, partes nuevas y partes que irán apareciendo.

Y cuando ese rompecabezas, tiene todas sus partes y se encuentra armado (lo más correctamente posible), recién ahí podemos pensar un fin de puerperio. No creo que dure un tiempo estimado, ni preestablecido y sin dudas no dura días. Para cada una de nosotras, cada puerperio tiene su duración.

Claro está, que es un proceso que se da tanto de manera externa como interna.

Desde el punto de vista externo, una casa, una familia que se reacomoda, rutinas que se mezclan y se vuelven a acomodar. Quizás una tribu de mujeres que asisten a esa mamá con ayuda, consejos, unos mates y que abraza.

Pero el proceso interno, es un poco más complejo y es un proceso que se vive en soledad. Una soledad que puede estar acompañada, mimada y contenida; pero aun así, una no deja de sentirse sola.

Porque es desde esa soledad que las mujeres vamos recolectando los pedazos del rompecabezas para ir conformando nuestra nueva identidad. Para reconstruirnos

Es desde esa soledad, que aprendemos a ser mamás.

Es desde esa soledad, que aprendemos a vincularnos con el otro, desde un lugar diferente y con otra mirada.

Desde esa soledad nos miramos al espejo y vemos ese cuerpo que anidó tantos meses aun bebito y hoy está más cansado y dolorido, pero más fuerte y poderoso que nunca.

Desde esta soledad, estos silencios, disfrutamos y nos agotamos de un bebe que nos demanda infinitamente.

Desde esta soledad, sentimos amor, culpa, cansancio, tristeza y fascinación.

Desde esta soledad, acunamos, besamos, damos de comer, abrazamos y damos amor.

Podes estar con la casa llena de gente, con toda tu tribu ahí y podes sentirte sola.

Podes tener a tu pareja, tu familia, conteniéndote, mimándote y podes sentirte sola.

Y es válido como te sientas. Es el cambio más profundo que podes atravesar.

Desde lo orgánico, un cuerpo que pasó por todos los estados y las hormonas que se revolucionan y de pronto te hacen sacar unas lágrimas que no sabes de donde salieron.

Una reestructuración psíquica que tiene lugar en una identidad que se abre paso dejando restos de tu yo anterior en un recuerdo melancólico.

Pero un día, después de nadar entre soledades, ya los días no son tan grises y las noches empiezan y terminan.

Las sonrisas de tu bebe te hicieron más fuerte y ese nuevo amor indestructible parece que fue dándote superpoderes.

Te sentís distinta, pero te gustas, te reencontraste con vos, desde tu nuevo rol.

Te ves al espejo, con esa mirada superadora y te ves mamá. Otra versión de vos misma.

Y así, dejás de sentirte tan sola y comenzás a darte cuenta que estás muy bien acompañada.

.

Eliana Patterer

eliana.patterer@gmail.com

Lic. en Psicología

Especialización en Maltrato en la Infancia 

@emesmujerymama

También te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *