Mamás con Historias

Hoy se cumplen 6 años que mi hijo P, nacía y moría. Claramente no estaba preparada. No sé si alguien esta preparado para eso.

Se habla poco de las pérdidas de embarazo en el primer trimestre, se habla aún menos de las muertes fetales en 2 o 3 er trimestre. No se habla nada de los muertos al nacer o de aquellos que lo hacen dentro de los primeros 28 días.

Entonces, yo voy a compartir mi experiencia para todos. Pero en especial para aquellas personas (pero particularmente a las mujeres porque ponemos el cuerpo) que lo han vivido en silencio o con poca contención.

P ya estaba en tercer trimestre. Como no era mi primer rodeo, a cada eco iba rezando que estuviera vivo (cosa que sabía porque lo sentía mover, pero en fin). Me acuerdo que el ecógrafo una semana antes me dijo “deja de preocuparte por como está adentro, empezá a preocuparte por que tipo de madre vas a ser cuando esté afuera”. Me pareció que tenía razón. Marido se fue a trabajar y yo a buscar cuna.

Lo que no sabía es que a la semana siguiente me iba a descomponer yo, que mi cuerpo iba a tener una reacción que adelantara el parto. Pero así fue. Me descompuse en la puerta de un hospital (los médicos coinciden en que si me hubiera pasado en otro lado, posiblemente no estaría escribiendo esto). Estuve 11 horas con la cabeza para abajo para ver si P podía aguantar un poco más adentro mío. Me daban mucha medicación que me aceleraba el corazón y sonaban todas las alarmas todo el tiempo. A todo esto marido (razón por la cual estaba en el hospital), tenía que ser operado pero se negó, no quería dejarnos así. También estaba mi tía, la mejor médica del mundo y mejor tía que podría tener. Me acompañaba y me hablaba bajito.

El 27/08/2014 a eso de las 4 am entra el médico y me dice “hace 11 hrs que estás así, no te puedo tener más, hacemos un doppler vemos como esta el bebe y de ahí a la sala de partos” P estaba vivo. Así que me llevaron, le dijeron a mi marido que se despida de los 2, pero no pudo. Mi tía me acompaño.

Así entré por primera vez a una sala de partos. Silencio absoluto. Me dieron 4 rescates para relajarme que no hicieron efecto: soy un roble. Rompí bolsa y me llevé el susto de mi vida. Puteé a los gritos como nunca lo había hecho. Debo haber despertado a todo el hospital. Nació Pedro, se lo llevaron en una manta verde. Seguían conmigo otros médicos. Al rato volvió el obstetra y me dijo que P había fallecido, que lo había bautizado y que yo necesitaba entrar en un quirófano ya. Y así fue. Nunca llegué a conocerlo.

Entré en el quirófano. Todos me miraban en silencio. Era aturdidor. Solo recuerdo al anestesista que me miraba y me acariciaba la cofia. Me dijo algo así como “vamos a hacer lo posible para que la próxima vez sea distinta” y me dormí. Recuerdo que me desperté en el ascensor y despues al cuarto.

cuando por fin me desperté había gente en mi dormitorio, mis papas, marido que se negaba a irse y estaba enchufado y con antibióticos, pero yo estaba en otro mundo.

No me acuerdo porqué, pero en un momento quedé sola. Me destapé y me vi sin panza, con el camisolín ensangrentado y con las piernas naranjas de sangre y pervinox.

Pensé en P, no lo conocí, no lo escuché, no nada. Y entendí que eso iba a ser para siempre. Lloré un rato largo, pero estaba muy enojada. Esto no era para lo que “me había anotado” esto no tendría que estar pasando!!!

Al ratito me traen en certificado de defunción. Porque yo había pedido llevármelo para enterrarlo como corresponde. Nadie jamás debería tener que elegir entre esas mini cajas.

Todavía recuerdo el entierro. Su ángel de la guarda, el que debía estar sobre su cama, estaba en su cajita de madera. Le dejamos una foto nuestra para que no esté solo nunca.

Y nos fuimos a casa por segunda vez sin él. A veces me veo a mi misma pensando como sería ser mamá de dos.

Quisiera aclarar que soy muy feliz. Que por supuesto lo extraño, pero pude rehacer mi vida (si, rehacer porque estaba deshecha) y haber vivido esto, me enseñó mucho, me marcó pero aprendí a “capitalizarlo” si se puede usar la palabra.

Nadie debería pasar por eso, pero si te tocó. A mí también. Y pude seguir viviendo (no solo sobrevivir). Vivo feliz. Se puede si, cuesta mucho, también. Pero se puede vivir plenamente, con una herida enorme y una ausencia irreemplazable.

En honor a mi hijo, comparto esto para ayudar y acompañar a alguien que lo necesite. No es necesario vivirlo en silencio. Tengo dos hijos, solo que uno se fue antes que yo. Y espero algún día escucharlo reír y mirarlo a los ojos para abrazarlo como nunca pude hacerlo en esta vida.

Te extraño, te rezo, te quiero. Mamá

Verónica Scordo Mateo

Lic. en Orientación Familiar

Educadora para familias

Certificada en disciplina positiva

Coach Ontológico 

veronica.scordomateo@gmail.com

@veronica_scordomateo

Fuente imagen: Mamicha

También te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *