La libertad tiene límite biológico

Se terminó Junio, el mes internacional del cuidado de la fertilidad, y a muchas mujeres nos volvió a dejar un sabor agridulce.

Luego de pasar casi una década enfrentando la infertilidad, habiendo publicado un libro sobre mi búsqueda de la maternidad y con incontables horas de trabajo de comunicación en redes sociales, Junio me sigue dejando con la sensación de todo lo que falta.

Si bien la infertilidad se presenta en un 30% por causas femeninas, 30% masculinas, 20% mixtas y 20% sin diagnóstico; existe una prevalencia que podría ser erradicada -o al menos más efectivamente combatida- con un mayor compromiso en la proyección familiar y la información hacia las mujeres.

Las clínicas de reproducción del país coinciden en que el principal diagnóstico en la mujer es la edad avanzada.

Esto se debe a que con la edad, los óvulos pierden calidad genética y la reserva disminuye con el correr del tiempo.

Por esta razón, en Junio se intensifica la información y oferta de criopreservación óvulos a edades tempranas con el objetivo de poner en “pausa” el envejecimiento del gameto femenino que resulta siendo una de las principales causas de la búsqueda infructuosa del embarazo.

Aún así muchas mujeres siguen “llegando tarde”. No necesariamente en la búsqueda de un primer hijo: la infertilidad puede aparecen en la búsqueda del segundo, del tercero, y así…

Con el 2021 en vigencia, estas fechas deberían invitarnos a una reflexión más profunda.

En la educación sexual integral (ESI) la fertilidad brilla por su ausencia.

En los controles ginecológicos de rutina (quienes acedan a ellos) cuando se habla de planificación familiar se informa sobre métodos anticonceptivos pero nada se le dice a la mujer que la fertilidad disminuye a partir de los 30 años, y que luego de los 35 el descenso es abrupto.

En el peor de los casos, cuando la mujer tiene la lucidez de consultar sobre su panorama reproductivo, ginecólogos/as responden: “Relajate, tenés tiempo”… ¿Y la información?

Vivimos en una era en la que se están rompiendo los mandatos sociales y en la que la mujer va ganando terreno profesional.

La maternidad, entonces, se vuelve un proyecto posible a futuro, o no, porque entendimos que la maternidad es un deseo, una elección.

Otros proyectos personales hacen postergar la maternidad a quienes la ven como una posibilidad, tal vez viajar, un posgrado, vivir en soledad, disfrutarse en pareja, pueden haber miles de opciones y combinaciones posibles: todas igualmente válidas.

Con orgullo puedo ver que cada día somos más las mujeres que defendemos nuestro derecho a la libertad, a elegir cómo, dónde y cuándo.

Aún así, a la hora de decidir, la mujer sigue llegando sin información a tiempo. Aparecen los reproches, las culpas y las teorías: “¿Qué hubiese pasado si buscaba antes? ¿Y si me informaban a tiempo? ¿Debería haber organizado mi vida de otra manera?

Descoloca a cualquier mujer encarar el proyecto de la maternidad (o volver a…) y que esto se vuelve un desafío.

No es de extrañar, toda vez que la concepción se presentó cómo algo a evitar mediante métodos anticonceptivos. Por diferencia, la maternidad es hacer lo opuesto, ¿o no? Al menos eso creímos todas.

Criopreservar óvulos en un método posible que no deja de ser infalible. Nos queda pendiente pensar en que a veces existe un límite y este es el biológico. Debemos empezar hablar de esto entre las mujeres, despertar la duda y destramarla con información de calidad.

Todas queremos hacer lo que queremos, pero ninguna quiere pagar las consecuencias del paso del tiempo.

Maru Pesuggi

Lic. en Administración, comunicadora

Activista de la Fertilidad

Autora del libro ¡Que me parta un Milagro!

https://www.instagram.com/quemepartaunmilagro

Fuente imagen: Madres hoy

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2 comentarios sobre «La libertad tiene límite biológico»

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