La frustración

Cada vez son más las exigencias del mundo externo que generan que los padres estemos absortos en un ritmo acelerado y que marcha a contra reloj. Esta realidad sin pausas, se encuentra bajo una presión en donde todo debe resolverse rápido, casi no hay margen para el aburrimiento y en donde cada momento que atraviesan nuestros niños esté acompañado por la carga de una mirada fuerte de los padres, deseosos por que hagan lo esperable de acuerdo a su etapa evolutiva.

¿Pero qué sucede cuando las cosas no se dan tal como las esperábamos o imaginábamos? ¿Cómo afecta esto en cada uno de los chicos?

Sin darnos cuenta, esto provoca que crezcan en un mundo exigido, sin espacio para el error, inmersos en una búsqueda silenciosa por complacer a los padres. Estos niños se sienten presionados por atravesar el camino de la perfección, de lo correcto, y con miedo a defraudar a sus progenitores. Porque desde pequeños los chicos crecen con “una mirada enamorada de su madre”, que conlleva a no querer desilusionarla, y que es fuente de la construcción de su autoestima y confianza.

Por eso, a fin de que los chicos puedan atravesar la frustración sin tanta angustia y evitar que sea algo tan frecuente en su cotidianidad, es importante la presencia, el cuidado, las palabras, el diálogo y el ejemplo que los padres le dan a sus hijos en cada momento, para que no convivan con esa presión de que todo tiene que salir perfecto y que puedan vivir la frustración como algo natural de la vida.

Cuando hablamos de la frustración podemos decir que se trata básicamente de aquellos momentos en los cuales no logramos conseguir nuestro deseo.  Allí muchos sentimientos, como la impotencia y desilusión, surgen irremediablemente.

El mundo de los niños, aún en evolución, se encuentra acotado a ver solo su realidad. Están en una etapa egocéntrica, donde los tiempos de espera se tornan angustiantes y sus pertenencias no quieren ser compartidas, algo que suele hacerlos entrar en un estado de llanto y enojo. Son las primeras frustraciones que podemos observar y que son necesarias que aparezcan porque forman parte de su crecimiento.

Cuando se vuelven más grandes, van desarrollando su personalidad dentro de un entorno familiar y social. Hay chicos más tolerantes y otros menos, chicos más sobreprotegidos y otros con una autoestima más baja, en cada caso las frustraciones aparecen de distinto modo. Cuanto más capaces seamos de acompañarlos en un crecimiento dentro de un ambiente sano, con una mirada amable y haciéndolos valer por lo que son, más sencillo será que ellos logren resolver los conflictos internos que los angustia.

En primer lugar, es importante identificar cuáles son las causas de las frustraciones, poder reconocerlas y aceptarlas.  Esto nos ayudará a entender el hecho de que son parte de su desarrollo y nos facilitará el proceso de poder pensar cómo acompañarlos en cada situación.

Poder poner en palabras lo que ellos no pueden expresar los ayuda a validar su enojo. Frases como “entiendo que te enoje”, “entiendo que te ponga triste”, “entiendo que te ponga mal si no te sale como quisieras” hace que se sientan contenidos, comprendidos y valorados como individuos.

Y cuando se presentan desafíos que sienten que son incapaces de superar es fundamental hacer siempre énfasis en el proceso y no en el resultado. Y en el caso de que nosotros seamos los que proponemos el desafío, tenemos que recordar que este debe ser acorde a su edad y desarrollo.

Por otro lado, y a medida que van creciendo aún más y ampliando su mundo, también es interesante enseñarles a distinguir en qué ocasiones pueden pedir ayuda y mostrarles técnicas de relajación y respiración. Primero lo hacemos nosotros y luego ellos nos copian.

Sabemos que no es una tarea sencilla aprender a tolerar la frustración. Por ello, es importante que los padres seamos los primeros en aceptarla como parte de la vida, a fin de ser un espejo sano para nuestros hijos y así poder ayudarlos, por más angustiante que sea. Cuando los niños cuentan con el apoyo y mirada del adulto, las frustraciones se pueden transformar en una enseñanza positiva para su vida futura.

Gabriela Bucai especialista en crianza

 Lic. en psicopedagogía Gisela Czerwonko

@crearcriando

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