El tiempo y el espacio que antes vivenciaban en la escuela, en el encuentro con los pares y docentes, ahora transita en el hogar, conviviendo con todos y entre muchos.
Son tiempos diferentes donde el soporte tecnológico se les hace imprescindible a cada docente para el encuentro diario con sus alumnos. Donde a cada niño o niña se le exige la conexión constante, estar sentado determinada cantidad de horas frente a la pantalla y donde el cuerpo queda desdibujado. Ese cuerpo que hablaba en cada encuentro en el recreo, en el aula, hoy se ve aquietado y silenciado por “el mute” de la aplicación.
Los referentes familiares que conviven diariamente con nuestros alumnos son “la autoridad” y sostienen las normas en cada hogar.
Lejos de crear “anticuerpos” deberíamos intentar sostener los cuerpos (los de los docentes, los de niños, niñas y adolescentes). Transmutar la “continuidad pedagógica” en la “continuidad de los vínculos y los lazos”. Fomentar el movimiento, la escucha disponible, abrir canales de comunicación (sin excesos), proponer situaciones expresivas y creativas. Éstas podrán habilitar a los cuerpos a habitar este nuevo espacio-tiempo. Tener presente lo que le pasa, lo que pasa por cada cuerpo.
Cuerpo colectivo y afectos, subjetividad nómada como un antídoto para el encierro, somos cuerpos que se ven afectados por otros cuerpos y que a su vez afectan a otros cuerpos.
Pensamos en este contexto posibilidades para formar una subjetividad colectiva atravesada por la circulación de afectos comunes.
El cuerpo no es solo un receptáculo biológico de una historia individual. El colectivo se compone de una diversidad de relaciones entre quienes lo constituyen.
Sostengamos las subjetividades desde esta virtualidad que nos actúa como espejo, porque en este encuadre vemos a los otros y nos vemos a nosotros mismos a través de las pantallas.
Tracemos afectos comunes y dejémonos contagiar por los no comunes en el encuentro con los cuerpos.
Pensar más allá de lo dado, pensar la mismidad del otro que está en mi.
“El hombre en lo más profundo de su ser depende de la imagen de sí mismo, que se forma en el alma ajena, aunque esa alma sea cretina”
Witold Gombrowicz
Lic. Andrea Grinberg Psicóloga
Lic. Claudia Buleczka Psicopedagoga
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