Ese sentimiento nuestro de cada día.
Una compañera que nos levanta temprano por las mañanas y nos acompaña hasta últimas horas.
Culpa por sentir que no hacemos las cosas como “deberíamos“, o quizá más fuerte aún, como imaginamos antes de ser madres, que íbamos a hacerlas, o como las hacen las demás…
Culpa por tener que salir a trabajar y dejarlo, por no haber podido darle teta más allá de tus posibilidades, por no lograr que salga de tu cama a la edad que sería “esperable”…nosé para quien pero esperable al fin, por enojarte más de una vez y sentir que el mundo va a explotar y vos en el, por querer salir volando más de una vez.
Culpa por no poder conectar con tu “ser mujer”, y te lo dicen desde afuera, pero no logras que eso suceda.
Por no cocinar todo saludable, por darle alguna vez algo procesado, por recalentar comida más de una vez, por ponerle el chupete solo para que se calle cuando sentís que nada lo puede hacer, por hacerlo dormir en su cama, porque no deseas Vos, colechar y no te bancas la culpa de haber escuchado tu deseo.
Culpa por ir a hacerte el sábado las uñas, y dejarlo con el papá y un par de mamaderas, cuando sabes que no las tomará.
Por decidir darte un baño y que dure diez minutos más de lo posible, por ponerle dibujitos porque necesitabas unos minutos de silencio. Por no entender tu llanto y llorar con vos.
Por gritarte cuando según se dice “se porta mal”…. Y no entender que es lo que necesita, en ese momento.
Culpa de mañana, de tarde, de noche, compañía que nos visita más seguido de lo que una quisiera.
¿Se puede vivir sin culpa?
O al menos ¿poder hacer algo luego se sentirla? Algo que te haga reafirmar todo el tiempo que lo estas haciendo bien y que sos una mama espectacular. Que ama, que cuida, que enseña pero sobre todo aprende a serlo.
Clr. Valeria Bronstain
Consultora Psicológica.
Grupos de mamás y embarazadas.
Espacios de escucha individual
