Confiar

En estos días compartí con mi hija, una situación dolorosa que estaba viviendo. Compartimos sensaciones y reflexiones sobre la misma.

Hoy ella es una joven de 19 años y desde marzo de este año no vivimos juntas. Aprendizaje maravilloso para ambas al igual que para su hermana. Es decir, ya no estamos físicamente cercanas, para se apoyo, poner la oreja o estar para el abrazo en el momento que se necesita.

Y ahí la vi a ella, experimentando, atravesando su circunstancia como una situación nueva, pero con el valor de quien no deja de atreverse a crecer a pesar de los desafíos que implica la vida adulta.

Y esto me llevó a algunas reflexiones, sobre el crecimiento de los hijos.

A medida que crecen les vamos aportando ayuda, recursos, contención, normas, valores. Les decodificamos los hechos que se presentan, los ayudamos a interpretar, formar opinión, esperando que sientan esa protección con nuestra presencia, frente a lo vivido. En simultaneo y paulatinamente vamos generando en ellos interpretes críticos, autonomía en el pensar y gestionadores de sus emociones.

Algo importante es proporcionarles seguridad en sí mismos. Para que las circunstancias que vivan, las puedan vivir solos, siendo protagonistas de sus propias experiencias. Y ahí van arrojados a la vida, practicando, buscando y seleccionando, cual es el ropaje que les queda cómodo, para vivir.

Desde ya que no se trata de un camino lineal. En este camino hubieron muchos ensayos y error, volver a barajar y dar de nuevo.

Muchas veces me recordé y lo sigo haciendo, por las dudas se me olvide:

– Los hijos no han venido a colmarnos, a acompañarnos, ni a cubrir nuestras expectativas..

– No somos sus recursos, tienen los propios. Ayudemos a que los encuentren, pero no viviendo por ellos.

– No corramos a sanar sus heridas, vendrán a buscarnos cuando necesiten.

– Permitamos que se frustren, se cansen, lloren, rían. Están forjando carácter.

Naturalmente llegan a la vida con instinto de preservación, con una sabiduría y una tendencia hacia la vida. La podemos detener, anular, inhibir cuando nos interponemos. Cuando nos resistimos a dejar ir. Cuando no aceptamos que perdemos algo, para ganar. En realidad no perdemos, porque nunca fueron nuestros. Nuestro, es el amor que les tenemos. Y éste se transforma, a medida que crecemos con ellos.

El trabajo es con nosotros mismos, revisar como fue nuestro rol de hijos, como fueron nuestros padres. Revisar nuestras creencias, ajustarlas a como hoy pensamos y sentimos. Cuales son nuestras expectativas, etc.

Observar nuestro proyecto de vida. Tener un proyecto actualizado, independiente. Cuando es auténtico y nos representa, favorece para sentir más saludablemente la vida.

Ser un buen espejo donde los hijos puedan mirarse. Nuestra presencia en la vida de ellos es invisible, se va construyendo con nuestras actitudes, seguridad y convicción, que estamos en todo lo que ellos van atesorando de nosotros.

Todo esto implica cambios, los cambios perdidas. Perder lo conocido, para ir por la transformación. Hasta en un nuevo tiempo, vuelva un cambio y otra vez volver a empezar. Cambiamos, crecemos, cambian, crecen, ganamos, perdemos, nos transformamos y dejamos transformar.

Lo mejor que podemos dar-nos es: favorecer, propiciar, facilitar, otorgar, crear, lanzar, soltar, confiar. La confianza trae visión y visibiliza a los otros!

Clr Patricia Pinnola

Atención Villa Urquiza

Cel 1560199386

También te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *