El duelo es una experiencia universal. Todos, en algún momento de la vida, atravesamos diferentes pérdidas como pueden ser la de un ser querido, la de una relación, de un proyecto o incluso de una forma de vida. Sin embargo, aunque sea un proceso natural, muchas veces resulta difícil transitarlo y más aún acompañar a alguien que lo atraviesa.
Es ahí, frente a estos momentos, en donde suele aparecer la incertidumbre… «¿Qué le digo? ¿Cómo lo ayudo?», y es así que en ese intento de aliviar, a veces se ofrecen frases que, aunque son bienintencionadas, pueden generar más dolor que consuelo como por ejemplo, «tenés que ser fuerte», «ya va a pasar», «al menos no sufrió», entre otras. Estas expresiones suelen invalidar la vivencia de la persona en este proceso de duelo, si…»proceso», que es muy diferente en cada una de las personas, en donde el tiempo desaparece para algunos. Cada uno de nosotros atravesamos estos procesos de la manera en la que podemos, con nuestros tiempos, que son distintos en todos, y es muy importante poder alojar al otro para drenar de a poco este dolor que provoca cada pérdida.
Si estamos cerca de alguien que se encuentra transitando este proceso lo más recomendable es:
Escuchar sin apuro. El silencio compartido puede ser más valioso que cualquier consejo. Escuchar sin interrumpir ni minimizar ayuda a que la persona ponga en palabras su dolor.
Respetar los tiempos. El duelo no sigue un calendario. Cada persona lo atraviesa a su manera, con sus propios ritmos. No se trata de «superar rápido», sino de darle lugar al proceso.
Validar las emociones. Tristeza, enojo, miedo, alivio, confusión… Todas son respuestas posibles frente a la pérdida. Reconocer y validar estas emociones ayuda a que no se vivan como algo «incorrecto».
Ofrecer compañía concreta. Un mensaje, una comida compartida, una tarea cotidiana que se alivia con ayuda. A veces, lo más sanador está en los gestos simples.
Sugerir ayuda profesional cuando sea necesario. Si el dolor se vuelve insoportable, si aparecen ideas de muerte o si la vida cotidiana queda muy afectada, un espacio terapéutico puede ser fundamental para atravesar el proceso de forma más cuidada.
Acompañar un duelo no significa quitar el dolor, sino estar presentes en medio de él. Se trata de ofrecer sostén, respeto y humanidad. Porque cuando alguien atraviesa una pérdida, lo más valioso no es lo que le decimos, sino lo que compartimos con nuestra presencia.
Por: María Florencia Barcz
Lic. en Psicología – MP 75749 MN 83856
psicobarcz@gmail.com

