Narcisismo: del desarrollo saludable al trastorno de la personalidad

Cuando escuchamos la palabra narcisismo, muchas veces aparece una idea negativa, casi automática. Sin embargo, no todo narcisismo es patológico. De hecho, hay una forma de narcisismo que es necesaria y fundamental para el desarrollo.

«El bebé, cuando nace, la única relación que tiene es consigo mismo. Y es totalmente fundacional que se constituya esa relación con él mismo, que es el narcisismo primario». Ese primer vínculo, ese primer encuentro con uno mismo, es la base desde la cual luego se construyen los vínculos con los otros. «Todos necesitamos un narcisismo primario y regulado para poder ser saludables».

Hablar de narcisismo, entonces, no es hablar solo de exceso o de dificultad, sino también de un proceso natural del desarrollo humano.

Narcisismo: un continuo que se va construyendo

El narcisismo no es algo que se tiene o no se tiene. Estamos hablando de un espectro, de diferentes grados y niveles. En algunos casos, cuando ese nivel es muy elevado y sostenido en el tiempo, podemos encontrarnos frente a un trastorno de la personalidad narcisista, una categoría que se encuentra incluida dentro del DSM.

Como sucede con todos los trastornos de la personalidad, para poder hablar de un trastorno es necesario que ciertas maneras de pensar, sentir y actuar se repitan de forma persistente a lo largo de los años. No se trata de momentos aislados, de actitudes puntuales o de situaciones circunstanciales, sino de patrones que se mantienen en el tiempo y que generan dificultades en la vida cotidiana.

Existen diez tipos de trastornos de la personalidad, y el trastorno narcisista es uno de ellos.

¿Qué rasgos aparecen cuando el narcisismo se vuelve problemático?

Una de las características centrales es el sentido de grandiosidad. La persona se siente más importante, más valiosa o más perfecta que los demás. Esta vivencia suele ir acompañada de una necesidad constante de admiración: necesita ser halagada, reconocida y validada de manera permanente por su entorno.

Las críticas suelen vivirse como algo profundamente amenazante. «Se enoja muchísimo cuando lo critican, porque eso marcaría que no está todo bien, que no es totalmente perfecto, y eso no lo puede soportar». Cualquier señal que cuestione esa imagen idealizada de sí mismo genera un gran malestar.

Otro rasgo clave es la falta de empatía. La meta principal del narcisista es alcanzar sus propios objetivos. Eso se ubica por encima de cualquier otra cosa. «No importa el medio». No se trata, necesariamente, de un deseo consciente de dañar al otro, como puede ocurrir en otros cuadros, pero si para lograr lo que quiere necesita pasar por encima del otro, eso no funciona como un límite.

La dificultad para pedir ayuda

Un aspecto frecuente es que estas personas raramente acuden a terapia o piden ayuda. Consultar implicaría reconocer una vulnerabilidad, aceptar que hay aspectos a trabajar y que no todo es tan grandioso ni tan perfecto como necesitan sostener.

En los grados más severos del trastorno, incluso, muchas de las ideas que expresan no solo se actúan hacia afuera, sino que también se las creen profundamente a sí mismos, lo que refuerza el funcionamiento narcisista y dificulta la posibilidad de revisión y cambio.

Pensar el narcisismo como un continuo —desde un narcisismo primario, necesario y saludable, hasta formas más rígidas y patológicas— nos permite salir de miradas simplistas, comprender mejor los vínculos y también reflexionar sobre cómo se construye el amor propio desde la infancia. Porque no se trata de eliminar el narcisismo, sino de acompañar su desarrollo para que pueda ser una base de salud y no de sufrimiento.

Laura Pepe

Psicóloga

Laura Pepe

Psicóloga.

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