Momentos espontáneos de Atención Plena en la vida familiar

Mucho se habla en estos días de los beneficios del Mindfulnes (Atención Plena). Es un recurso que nos permite vivir más conectados con nosotros mismos, con todo nuestro entorno y con el resto de la humanidad. Para poder comprender de qué se trata es importante recordar su definición: “Prestar atención de una manera especial: intencionalmente, en el momento presente y sin juzgar” John Kabat- Zinn (1994)

Observando a los niños pequeños uno descubre que ellos saben vivir en Atención Plena. ¿Cuándo pierden esa habilidad? ¿Qué cosas favorecen o dificultan conservarla? ¿Cómo estimularlo dentro de las familias?

Es importante que no se convierta en una tarea más de la lista de cosas pendientes. Es posible descubrir momentos espontáneos de atención plena en las actividades cotidianas. Para poder enseñar Mindfulness a los hijos es importante empezar por uno mismo.

Se puede comenzar por observar a los hijos en atención plena cuando estén jugando, haciendo los deberes, o en cualquier momento. Observarlos con curiosidad, amabilidad, sin juzgarlos, ni intervenir en su actividad. Seguramente se irá descubriendo que ellos suelen tener momentos en los que están centrados en una sola cosa, sin juzgarse, ni desear que el momento sea distinto. Allí están practicando cualidades de la atención plena aunque no estén sentados meditando.

Cuando están prestando atención a su entorno con curiosidad, siguiendo el camino de las hormigas, tocando con un palito las rejas, aplastando una fruta para conocer su consistencia, observando una planta que nace entre los ladrillos… Cuando preguntan sobre el cuerpo humano, la vida, la muerte, por qué es necesario comer verduras, allí están siendo curiosos por el mundo en el que viven. Cuando se preocupan por la salud de un amigo, o por consolar a un hermanito que está llorando o dibujan un regalo para su abuelo que cumple años, allí están practicando la amabilidad y la compasión.

Sentir la propia vida en el cuerpo conectando conscientemente con los sentidos (vista, gusto, olfato, tacto, oído) ayuda a prestar atención al momento presente. Volver a percibir el mundo como si fuera la primera vez, sin juicios previos, con la actitud que tienen naturalmente los niños cada vez que están concentrados en una única actividad (pintar, jugar a la pelota, construir algo o jugar al aire libre, por citar algunos ejemplos). Solo necesitan de la ayuda del adulto para entender que esos momentos son importantes y cómo ponerlos en práctica de una forma sistemática e intencionada.

Los niños tienen la habilidad de ser plenamente conscientes y desafían a los adultos a serlo. Cuando se observa en los hijos una actitud de aceptación, curiosidad y amabilidad, es bueno reconocerlo cuando lo hacen por sí mismos y apoyarlos a desarrollar una actitud consciente.

Esto que suena tan bello, no siempre es sencillo, porque es muy probable que ellos comiencen a jugar con atención plena justo en el momento que se necesita que colaboren a poner la mesa o hagan una pregunta con mucha curiosidad mientras se está preparando la cena… Si no se es consciente de la importancia de estos momentos, lo más probable es que se los desaprovechen. El desafío es cómo hacer para atesorarlos, no avergonzarlos por su curiosidad, no impulsarlos constantemente hacia una nueva actividad…

Esto no implica que se deba detener el mundo, sino ser conscientes de lo que sucede, y si no se puede modificar la actitud, por lo menos intentar que la transición entre una actividad y otra sea suave, quizá anticipando que en unos minutos se va a comer y que vaya finalizando su juego. Si no se puede responder a su pregunta en ese momento porque se está ocupado, ofrecerle hablarlo luego más tranquilos.

Cuatro actitudes que ayudan a practicar en la vida cotidiana la atención plena son: concentración, curiosidad, compasión y silencio.

Concentración: Mantener la atención enfocada en una única cosa y darse cuenta de cuándo la mente se ha distraído para volver a enfocarla. Esta habilidad es valiosa no solamente para cuando los niños hacen las tareas escolares sino que también en los momentos en los que experimentan emociones intensas.

Cada vez que se los ayuda a que presten atención a sus emociones sin negarlas ni reprimirlas, experimentan el poder sanador que implica vivirlas en lugar de escapar de ellas y aprenden que ellas no duran para siempre.

Para esto hay muchos juegos y actividades que pueden ayudar: juegos de memoria, rompecabezas, de construcción, jugar con masa, pintar, escuchar un cuento, entre otras. También se puede cultivar esta actitud cuando se cocina juntos, al pelar una verdura, mezclar los ingredientes de una comida. Al lavarse los dientes, las manos, un baño de inmersión, bañar al perro y arreglar el jardín. Tantas actividades cotidianas en las que se puede beneficiar de estar plenamente atento.

Curiosidad: Cuando aparecen las preguntas… ¿por qué?, ¿cómo? Es valioso para los padres darse cuenta que cada vez que los hijos muestran curiosidad, significa que han aceptado lo que está sucediendo y desean interesarse por ello. Desde esta actitud de apertura e indagación, es probable que aprendan algo nuevo sobre el mundo que lo rodea, de los demás y sobre sí mismo. Aprendiendo a vivir con “ojos de turista” en la vida cotidiana.

Compasión: la experiencia de conectar con el sufrimiento propio y de otro. Salvar a un insecto o animalito, ayudar a un hermano con alguna tarea, cuidar de uno mismo y de los demás. Tener pensamientos amables hacia otra persona y desear que las cosas le vayan bien, por ejemplo: cuando pasa una ambulancia cerca.

Una forma de cultivar la compasión es recordar nuestra humanidad compartida, reconocer que todos estamos aprendiendo. Compartir con los hijos lo que nos cuesta con aceptación. Es muy valioso la simple presencia amorosa, un abrazo, una mirada cómplice o tomar de la mano, aceptando lo que sucede.

Silencio: el silencio permite conectarse con la vivencia propia, qué se piensa, qué se siente, qué se quiere y qué es importante para uno o los hijos. Al hablar constantemente se pierde la posibilidad de darse cuenta de los pensamientos antes de compartirlos. Unos instantes de silencio también pueden ayudar a padres e hijos a tranquilizarse y centrarse en momentos difíciles.

Siguiendo las propias inquietudes de cómo estar más atentos en la vida familiar se pueden intentar algunas de estas formas: reducir un poco la velocidad de la rutina diaria para poder estar más abiertos a los momentos de atención plena de los niños; reservarse espacios de tiempos libres, sin actividades pautadas y preparar algún espacio en la casa que resulte relajado e invite a la calma con algunos recursos que nos ayuden: como por ejemplo la botellita de la calma, música tranquila o algún cuento.

El objetivo de estos ejemplos, juegos y posibles prácticas es inspirar y motivar a los padres a practicar personalmente y compartir con sus hijos Mindfulness. Es un camino que se va haciendo al andar. No se desalienten si por momentos, la rutina y la vorágine de la vida, los dispersa. Siempre está la posibilidad de volver a empezar.

Redescubrir la sabiduría oculta en la vida familiar. Despejar la mirada para poder valorar y honrar los momentos de atención plena que se presentan espontáneamente. Favoreciendo y estimulando esos momentos para desarrollar una actitud consciente que fortalezca las propias habilidades de Mindfulness. Todo empieza por prestar atención y permanecer abiertos…

Silvina Chanu y María Inés Iglesias

Instructoras certificadas de Mindfulness

@sintonia_presente

sintoniapresente@gmail.com.ar

Fuente Imagen: Fundación vivo sano

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