El apego y su impacto en la adultez

Lo que vivimos en los primeros años de vida no queda atrás, la manera en que fuimos mirados, sostenidos durante la infancia deja una huella profunda que se instala de manera invisible, en nuestras relaciones, en cómo nos sentimos. Como así, en las decisiones que tomamos en la adultez. Hoy: El apego y su impacto en la adultez.

El vínculo que establecimos con nuestras figuras de cuidado durante los primeros años de vida influye profundamente en nuestro bienestar actual.

El tipo de apego que tuvimos, es decir cómo nos sintieron, cómo respondieron a nuestras necesidades, cómo nos contuvieron emocionalmente. Todo esto se convierte en una especie de molde. Desde ahí aprendimos si era seguro mostrar lo que sentíamos. O si podíamos confiar, si merecíamos ser escuchados y cuando todo eso no se dió de forma consistente aprendimos a sobrevivir desconectados de nuestras emociones y necesidades.
En la adultez ese modelo aprendido puede manifestarse en vínculos donde cuesta confiar en reacciones emocionales que nos sorprenden por su intensidad en una sensación persistente de vacío o desconexión .

Muchas de las respuestas automáticas tienen que ver con estrategias que desarrollamos de niños para sentirnos aceptados, para no perder el amor de quienes más necesitábamos. Estos patrones también pueden influir en la forma en que criamos a nuestros hijos .

Cuando no hemos tenido experiencias de apego seguro, es muy probable que nos cueste sostener emocionalmente a nuestros hijos en sus propios procesos .En ocasiones podemos invalidar sus emociones, minimizando por ejemplo su tristeza .

La buena noticia es que cuando nos animamos a revisar nuestra historia, cuando empezamos a reconocernos y sanar, tenemos la posibilidad de modificar esos patrones por otros más saludables. Haciendo así, consciente todo lo que dolió, lo que faltó, lo que no pudo ser .

Revisar nuestro recorrido nos brinda la oportunidad y el gran desafío de reparar el vínculo con nuestros hijos, mirando aquel niño o niña que fuimos reconociéndonos, abrazándonos, honrando lo vivido.

Reparar no es perfección, es amor presencia, es permitirnos equivocarnos y volver a intentar. Cuando la relación es segura, se transforma en un refugio ,que no se mide en años ni distancia, se siente, se habita .

“Sanar no es olvidar el pasado, es elegir no repetirlo “

Derechos de autor: Karina Pomarolli

Counselor especializada en adicciones, adolescencia y facilitadora disiplina positiva

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