Cuando los niños deben despedir a un ser querido

En este tiempo tan particular que nos toca atravesar como humanidad, muchos de nuestros seres queridos han partido. Las características tan particulares de esta pandemia hacen que se dificulten los actos ceremoniales de despedida que tenemos instalados como rituales. Situación que suma dolor al dolor de la partida.

Una de las consultas frecuentes que recibimos los profesionales de la salud mental, es ¿Cómo transmitir esta noticia a los niños? ¿Cómo ayudar a sobrellevar el duelo?

Es una situación extremadamente angustiante para quienes deben hacerlo, y generalmente se encuentran paralizados, presos de la propia angustia, con escasos recursos para propiciar un acompañamiento a los menores.

Sabemos que la verdad debe ser dicha, ya que, aunque dolorosa es necesaria. Todos tenemos derecho a las verdades que nos conciernen. De nada sirve postergar una noticia como esta, ocultarla o “disfrazarla”. Los niños intuyen, perciben, presienten.

Lo oculto, secreto, engañoso, genera síntomas y malestar. Así es como, por ejemplo, sustraer cosas, objetos de valor de otras personas, hacerse pis en la cama, padecer pesadillas, presentar temor a las personas por considerarlas poco confiables, podrían ser algunas de las maneras en que los pequeños se manifiesten frente a una situación dolorosa que no es puesta en palabras. Siempre es preciso ir con la verdad, de un modo dosificado, empático, abriendo lugar a las emociones, tratando de compartir con sinceridad cómo cada uno se siente frente a lo que sucede.

Es esperable que frente a una pérdida los niños manifiesten enojo, ira, sentimientos depresivos, conductas de retraimiento, desinterés, apatía, falta de concentración, inapetencia, o, por el contrario, reacciones ligadas a la desmentida, a negar el dolor, a acallar el sufrimiento ocupándose el tiempo con un sin fin de actividades con la finalidad de mitigar el dolor.

Habrá que estar muy atentos a las manifestaciones que vayan surgiendo, siempre teniendo como brújula, la importancia de abrir el juego a la expresión del dolor. Estar, demostrar disponibilidad emocional para recibir y compartir los sentimientos. Ofrecer seguridad, sostén, acompañamiento. Esta tarea compete a todas las personas que se relacionan con niños: familiares, amistades, docentes, profesionales, agentes de salud, etc.

Las líneas expresadas a continuación pretenden oficiar de guías o sugerencias orientativas. Fueron extraídas a partir de un libro que trabaja sobre esta temática.

Cómo comunicarles a los niños la muerte

Ante una pérdida o muerte lo mejor es que los niños y niñas de cualquier edad puedan contar con mucho afecto y dulzura. Busca un lugar tranquilo para darle la noticia, póntelo en tu regazo o rodéalo con tus brazos y háblale sobre la muerte. Emplea palabras sencillas y sobre todo sinceras. No evites decir la palabra muerte o “ha muerto”, ni tampoco evites expresar tus propias emociones mientras hablas con él o ella; todo ello será para tu hijo bueno y además un buen aprendizaje. Puedes decirle lo siguiente:

“Ha ocurrido algo muy muy triste. Papá (mamá, el abuelo, tu amigo, tu perro) ha muerto. Ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir. Lo vamos a echar mucho, mucho de menos”.

Explícales también con pocas palabras cómo ha muerto el ser querido. Por ejemplo:

“Ya sabéis que el abuelo ha estado muy, muy, muy enfermo durante mucho tiempo. La enfermedad que sufría le ha causado la muerte”.

“Papá ha tenido un accidente. Quedó muy, muy, muy mal herido y el accidente le ha causado la muerte”.

“El perrito era muy, muy, muy viejecito, su cuerpo tenía muchos años y estaba muy frágil y eso le ha causado la muerte”.

Los múltiples “muy” ayudan a los niños pequeños, sobre todo a los menores de 6 años, como veremos más adelante, a distinguir la muerte del ser querido de los momentos en que estaba muy enfermo o muy mal herido.

Lo que nunca debes decir

Sé que hay padres que quieren evitar usar con sus hijos el término muerte porque les resulta demasiado difícil y prefieren usar expresiones del tipo “se lo han llevado”, “ha desaparecido” o “ha emprendido un largo viaje”.

Pero, ¡cuidado! Es más perjudicial que decirle que ha muerto, ya que estas expresiones alimentan los miedos que tienen los niños a ser abandonados, y además generan ansiedad y confusión.

Al niño o niña que le han dicho que su perro ha desaparecido o que se ha ido, meses y años después aún sigue esperándolo con gran angustia y dolor porque no puede entender por qué se ha ido con lo mucho que él lo cuidaba. Este niño está sufriendo al no saber la verdad y será así hasta que no pueda elaborar el duelo.

Tampoco debemos decirle que esa persona o ser querido “se ha ido a dormir”, “se ha quedado dormido para siempre” o “se ha dormido y jamás despertará”, porque esto genera todavía más miedo y ansiedad a la hora de dormir. Judith, una niña de 7 años que me trajeron a la consulta porque tenía muchos problemas para dormir, vivía con gran angustia el momento de irse a la cama y se despertaba constantemente desde hacía un año.

Descubrí que el origen de su temor estaba en que un día su madre le contó que ya no irían más a ver a su bisabuela porque se había quedado dormida y ya nunca más despertaría. Judith veía muy poco a su bisabuela y no tenía una relación muy cercana con ella, pero le impactó mucho saber que un día te puedes dormir y no despertar jamás.

En terapia hablamos de ello y leímos cuentos que le ayudaron a cambiar el mensaje confuso que había construido. Pude trasmitirle que si te duermes siempre te despiertas y que morirse no significa quedarse dormido.

“Es muy importante explicarles qué significa morirse. Morirse significa que el cuerpo se ha detenido del todo. Ya no puede caminar, respirar, comer, dormir, hablar, oír o sentir nunca más”.

Si sois una familia religiosa evitad decir cosas como “Dios se ha llevado al abuelo” o “Dios quiso que mamá se fuera con él”, porque a los niños pequeños les generará miedo y angustia, de forma similiar a cómo le pasó a Judith. Se preguntarán, en breve, si también querrá Dios llevarse al progenitor superviviente, a su hermano o a él mismo.

¿Cómo pueden despedirse los niños?

Los niños de cualquier edad añoran al ser querido que muere, y algunos expresan su dolor y pena con más facilidad que otros, según las edades y el entorno familiar, como hemos visto hasta ahora.

Sabemos que el dolor se supera mejor cuando sale afuera y que el niño afronta mejor la pérdida en un entorno seguro, afectuoso y cálido que promueva y fomente la expresión de las emociones.

Realizad una actividad o ritual de despedida que les ayude a decir adiós y a aceptar el hecho de que ya nunca volverán a ver a ese ser que amaban, ni a hablar con él, con el inherente profundo dolor que eso provoca. Deben realizarse en compañía del padre o madre que sobrevive o de un familiar o amigo cercano, les ayudará afectivamente a la aceptación de la pérdida y despedida.

Hacer un dibujo Sirve para cualquier edad. Puede ser un dibujo del niño o niña con el fallecido o solo del fallecido, animándole a que use colores que le permitan expresar lo mucho que lo quería y lo bien que estaban juntos. Es recomendable hablar del ser amado que ha perdido mientras va dibujando, si el menor así lo desea.

Gracias y Adiós. Es importante que en este dibujo el niño o• niña pueda decir o escribir las palabras gracias y adiós. Si no saben escribir lo hará el adulto. Las gracias le ayudarán a conectar con los buenos momentos vividos con el fallecido, y el adiós le ayudará a la despedida. Para los más pequeños con un simple “Gracias abuelo” y “Adiós abuelo” será suficiente. Los mayores de 6 años pueden añadir lo que deseen de esos momentos agradables, como los mensajes de a continuación: “Gracias por tu amor”, “Gracias por estar conmigo”, “Gracias por tus risas”, etc.

Ritual especial. El menor puede depositar el dibujo junto el ataúd del fallecido, pero en ocasiones se realizan estos dibujos algunos días después del entierro, con lo que conviene realizar un ritual de despedida especial e íntimo para decir adiós a esa relación que se terminó. Podemos enterrar ese dibujo en un lugar especial que debe escoger el menor; quizá junto a un árbol del parque por donde paseaban juntos, en la montaña o en una maceta de flores.

Otro ritual especial sería romper en trocitos muy pequeños ese dibujo y que sirva para abonar una planta o árbol que podamos plantar en un sitio elegido. Para finalizar volvemos a expresar el adiós junto al menor, dándole libertad para que lo exprese como quiera. Suele ser un momento muy emotivo en el que los abrazos silenciosos y amorosos no deben faltar, pues consuelan mucho. El familiar que esté acompañando este ritual no debe ocultar sus sentimientos y es el momento ideal para compartir lágrimas y tristeza. Esta es una manera muy sana de aceptar la pérdida.

Escribir una carta

Escribir una carta dirigida al ser que ha fallecido es muy recomendable para los preadolescentes, aunque también la pueden hacer niños más pequeños que ya sepan mínimamente escribir. La escritura les ayudará a expresar sus sentimientos de tristeza y añoranza, les permitirá sentirse cerca del fallecido y recordar las experiencias y los tiempos felices compartidos juntos, y por último les facilitará despedirse.

“Escribir una carta dirigida al ser que ha fallecido es muy recomendable para los preadolescentes, aunque también la pueden hacer niños más pequeños que ya sepan mínimamente escribir”.

Esta carta se puede, como en el caso del dibujo, enterrar en un lugar especialmente escogido para ello; se puede quemar en la chimenea en compañía de quien decida el menor haciendo una ceremonia familiar privada; o se puede leer en voz alta antes de ser quemada, si el menor lo desea.

Recuerdos

Tener un momento para mirar juntos fotos o recuerdos de la relación que se ha terminado, hablando del fallecido o de lo que necesite el menor.

Fotos

Crear un álbum de fotos o una caja para guardar fotos, dibujos y otros recuerdos de esa relación les ayudará a asumir e integrar la pérdida. Estos rituales son especialmente indicados en los casos de muerte inesperada, pues el dolor de no haberse despedido de la persona genera un dolor todavía más profundo.

¿Deben acudir los niños al velatorio, funeral y entierro?

Cada religión tiene costumbres muy diferentes en lo que se refiere al funeral de un ser querido, pero todas ellas colaboran en la elaboración de la pérdida. Los rituales funerarios son muy importantes porque permiten despedirse del fallecido, ayudan a aceptar la realidad de su muerte y ofrecen un espacio público donde expresar la tristeza y el dolor sintiendo, a la vez, el apoyo de la comunidad y el calor de la vida –de los familiares y amigos que siguen vivos–.

Estos rituales tienen un aspecto curativo, pues se hacen en compañía del círculo familiar y de amistades íntimas al recibir apoyo, abrazos, consuelo y al compartir el dolor por la pérdida; permiten comprobar que no estamos solos con nuestro dolor y que, pese a la pérdida, seguimos vivos y, por tanto, existiendo.

Considero importante que no mantengamos a los niños al margen de estos rituales funerarios porque para ellos también son de ayuda para aceptar la muerte, expresar la tristeza, recibir apoyo y consuelo, sintiéndose incluidos dentro de un grupo de familiares y amigos íntimos, y despedirse del ser amado.

Solo en los casos en los que la muerte del ser querido haya sido especialmente dolorosa, considero adecuado no llevar a los menores al funeral o entierro, ya que puede que se den demostraciones exageradas de llanto o dolor que pudieran ser impactantes o traumáticas para ellos.

Sobre las edades Algunos especialistas indican que, a partir de los 5 o 6 años, se les debería dejar ir si así lo desean, otros dicen que a partir de los 10 años. En mi opinión, los niños de cualquier edad deberían estar presentes en estos rituales (o al menos en alguno), si los padres o cuidadores también lo desean.

Lo más importante es que estén acompañados siempre de un adulto que les ofrezca consuelo, seguridad y protección. El miembro de la familia que esté menos afligido por la muerte del ser querido puede acompañar al menor en estos rituales y, sobre todo, explicarle con antelación qué ocurrirá y lo que va a ver, oír y hacer.

Hemos de tener en cuenta su edad para no exigirles quietud o silencio rotundo. La infancia es una etapa espontánea, por lo tanto, se comportarán en estos eventos tal cual son, y el adulto encargado de atenderlos debe permitirlo, así les ayudará a que tengan una buena vivencia de esta despedida y de la muerte.

Explícale con anterioridad cómo es un funeral Dile con palabras sencillas que irá a un funeral para despedirse de su (….) y también recordarlo. Explícale que también acudirán otras personas que conocían y que también querían a su (….), para despedirse de él o ella.

Menciónale que será normal ver a personas llorando, pues es un momento triste para todos y estas ceremonias ayudan a compartir esta tristeza y, a la vez, recibir apoyo y consuelo de los demás. Dile que también verá a personas riendo, ya que habrá momentos de alegría al recordar las cosas buenas de su (….).

Háblale de la muerte y del ataúd Explícale que el cuerpo de su (…) ya no funciona y que, por tanto, ya no siente, ni come, ni bebe, ni respira, ni habla. Está muerto. Estará con los ojos cerrados pero no dormido, está muerto.

Dile que el cuerpo se mantiene como siempre y que se guarda en una caja especial que se llama ataúd. Cerca del ataúd se ponen flores como muestra de amor hacia el recuerdo de su (…). Anímale a que él también ponga una flor cerca del ataúd.

Si te hace preguntas, debes responderle de forma clara y verdadera, y si no tienes respuestas, no te preocupes, simplemente dile “no lo sé, yo también me lo pregunto”. Se puede ir en cualquier momento y no debe guardar rotundo silencio.

El menor no debe sentirse obligado a permanecer todo el tiempo en el funeral, se puede retirar cuando lo desee –sin hacerle sentir que no está respetando el acto– y, al hacerlo, debe ir siempre acompañado de un adulto que le haga sentirse apoyado y acompañado en sus sentimientos.

Si son muy pequeños, les costará estar en silencio o quietos mucho rato, así que necesitarán ir hablando –aunque sea flojito– , sin que ello suponga una falta de respeto. Es su manera de estar en ese lugar de despedida.

Tocar o besar al fallecido Si el menor está siendo bien acompañado (con explicaciones claras y protectoras), no nos debe sorprender que pida tocar o besar al fallecido. La infancia es una época tierna y espontánea y, por tanto, en el velatorio o entierro se mostrarán tal cual son.

“La infancia es una época tierna y espontánea y, por tanto, en el velatorio o entierro se mostrarán tal cual son”.

Un beso es un acto de amor y una buena manera de despedirse, así que permíteselo. Eso sí, antes adviértele que notará que el cuerpo estará frío y que es algo normal. También puedes ofrecerle la opción de lanzarle el beso sin necesidad de tocar el cuerpo; puede ser igualmente tierno y amoroso.

Depositad los dibujos o la carta de despedida

El funeral es un buen momento para que el niño o niña deposite en el ataúd, o alrededor de él, aquello que haya decidido hacer para despedirse. El dibujo es ideal para los niños menores de 6 años, y para los más mayores puede serlo una carta recordando los buenos momentos o una poesía.

Si necesitas llorar, hazlo El familiar encargado de estar con el niño, puede que en algún momento también necesite llorar. Lo puede hacer delante del menor. Lo importante es que el niño vea que así como te puedes poner triste, también puedes recobrar el control y seguir adelante.

*Libro de referencia: “El duelo en la infancia”. Edukame.com

Lic. Daniela Gastaldi

Especialista en Psicología Perinatal

danielaagastaldi@gmail.com

psicoperinatalidad@gmail.com

@psicologiaperinatal.arg

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