En un mundo tan adultocéntrico, puede que no alcance decir que estamos criando niños que son el mañana, el futuro.
Si bien la frase lo deja claro, parece que con el tiempo ha perdido contundencia o dejado de ser tan relevante.
Está claro que la maternidad y la paternidad están muy lejos de tener algo que ver con las publicidades o con lo cómico de alguna película o serie de la televisión.
Es algo mucho más profundo. Algo que nos deja embelesados de amor y nos atraviesa, poniendo patas arriba toda nuestra realidad tal como la conocíamos.
Criamos niños que crecerán y serán adultos. Tenemos un gran desafío por delante y mucho trabajo por hacer.
Nacieron en un mundo bastante complejo y nos olvidamos que nosotros llevamos décadas acá y aun así nos seguimos frustrando, asustando y angustiando.
Para ellos todo es nuevo, todo lo que tocan, lo que ven, escuchan y sienten; y nosotros estamos ahí, al alcance de su mano, para acompañarlos en este proceso, darles herramientas para enfrentar diversas situaciones y aprender a vincularse con los demás.
Como madres y padres es importante que comprendamos que no solo debemos cuidar de nuestras niñas y niños, sino que debemos enseñarles el mundo y mostrarles como interactuar con él.
Desde el comienzo, los bebes lloran, y nosotros somos quienes daremos significado a su llanto y le pondremos palabras.
Ellos saben que necesitan y lo transmiten como pueden. A medida que crecen, tendrán más herramientas para comunicarse y hacerse entender. En ese camino, nosotros adultos, debemos acompañarlos en el proceso de descifrar sus emociones y lo que sienten y ayudarlos así, a expresarse de la mejor manera posible.
De este modo, les mostramos el respeto que merecen sus propios sentimientos, los sentimientos de los demás.
Respetar como se sienten, escuchar sus necesidades y tenerlos en cuenta, les mostrará una forma de vincularse desde el amor y el respeto al otro, que en un futuro será para ellos, el pilar de cualquier relación.
Somos guías. Podemos mostrarles el que creemos, es el mejor camino, podemos indicarles en qué dirección las cosas se pueden poner feas; pero si logramos criar sujetos libres y con la capacidad de hacer contacto con ellos mismos y con el otro, les estaremos brindando las herramientas adecuadas para que luego sean capaces de tomar sus propias decisiones.
Es nuestra función, ser sostén en este camino, cuidando y acompañando.
Y es un acompañar que funciona como andamiaje, dando libertad pero limitando allí, donde se corre un riesgo, donde se encuentra algún potencial peligro.
La libertad no es solo física, también es psíquica. No confundamos estos límites que están ahí para evitar un peligro y que tienen como fin cuidarlos con otros, que son nuestros: de nuestras inseguridades, de nuestra historia y de nuestros propios temores.
Ellos nacen como un papel en blanco, y sus mayores ejemplos somos nosotros los adultos, los que se supone sabemos; los que ya hace tiempo que estamos viviendo en este lío.
Nos miran, nos miran todo el tiempo, Somos referentes, bases seguras.
Cada cosa que hacemos, que decimos, cada acto que llevamos a cabo, ellos están ahí, mirándolo todo y aprendiéndolo casi de manera perfecta e instantánea.
Somos guía de cómo actuar, como amar, como respetar, como cuidar.
Somos el mayor ejemplo.
Por todo esto es importante, como madres y padres, primero revisar como estamos nosotros, como nos sentimos con nosotros mismos y que queremos transmitir a nuestros niños y niñas.
Y no dejar nunca de disfrutar de nuestros hijos, de sus expresiones, de su forma de conocer el mundo. Nosotros los trajimos hasta acá, para que vivan, se ensucien, corran, rían, hablen, griten y jueguen. Para que sean niños.
Estamos creando puentes, construyendo caminos, levantando edificios.
Estamos haciendo futuro. Y si no lo sabemos cómo hacerlo, poder aprenderlo junto a ellos.
Eliana Patterer
eliana.patterer@gmail.com
Lic. en Psicología
Especialización en Maltrato en la Infancia
@emesmujerymama
Fuente Imagen: blappsis
