Hoy: ¿Qué dietas realmente funcionan?
Las dietas que se indican como objetivo de bajar de peso solo “funcionan” en el corto plazo, ya que, en el largo plazo la ciencia ha demostrado que luego de un tiempo se recupera el peso perdido y se gana un poco más en el 95% de los casos. Titulamos a esta nota: ¿Qué dietas realmente funcionan?
Pero este no es el principal problema.
Uno de las consecuencias de la restricción calórica y nutricional que proponen las dietas, es que la reducción del peso es como resultado del descenso de la masa muscular y del agua que nos compone.
Esto ocurre en respuesta a la insuficiente cantidad de calorías ingresadas que pone en alerta a nuestro cuerpo. Ya que la masa muscular resulta un compartimento vital. Por este motivo, se reduce el gasto energético diario (metabolismo).
Es allí donde se ponen en marcha mecanismos que intentan mantener al cuerpo con vida ante semejante estrés.
Entre ellos, aumentan los procesos de reserva y se ponen en acción conductas y síntomas a modo de señales para que comencemos a comer y recuperar lo que se ha perdido. Por eso aumenta el hambre, la apetencia por los alimentos restringidos, los dolores musculares, articulares, el agotamiento físico y mental, los problemas hormonales, la constipación. También la inflamación y según cada persona en particular, aparecen diferentes síntomas que terminarán afectando no sólo la salud física sino también la mental y la social.
Como consecuencia de todos estos mecanismos, el peso comienza a recuperarse por el aumento de las reservas grasas, aumentando el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
Por este motivo se considera que estos ciclos de aumento y reducción de peso son más peligrosos para nuestra salud que mantener el peso actual.
Otra de las consecuencias de dietar, es la alteración en nuestra mente. Ya que producto de la restricción (calórica, energética, nutricional, social) comienza a aumentar la ansiedad, la irritabilidad, el mal humor, la distorsión de la imagen corporal, la insatisfacción corporal, la culpa por comer, los ciclos de restricción-atracón, alterando nuestra relación con la comida y con nuestro cuerpo. Y con esto último aumenta el riesgo de padecer trastornos mentales complejos como son los trastornos de la conducta alimentaria.

Al mencionar a las dietas me refiero a algunas de que las tienen características en común. Por ejemplo, proponen reglas estrictas de consumo de alimentos, horarios, porciones, permitidos, frecuencia de consumo y todo lo que moldea nuestra singular forma de comer desde una indicación no inclusiva del sujeto a quien se le refiere.
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En conclusión, elegir una dieta (con cualquier nombre), además de un privilegio de clase, representa un riesgo para nuestra salud integral.
Es decir salud física, mental, emocional y social; mucho más peligroso que lo que hoy se considera (para algunas de las posturas peso centristas hegemónicas, desde las cuales no ejerzo mi profesión) habitar en un cuerpo grande.
Te invito a conocer un poco más sobre la perspectiva de salud y nutrición incluyente en mis redes sociales.
Julieta Direnzo
Lic. en Nutrición
julietasdirenzo@gmail.com
Trastornos de la conducta alimentaria / Alimentación intuitiva
MN 5955 MP 1797
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