¿Por qué no aconsejo el castigo en la crianza?

Obviamente tu hijo se ha portado mal en alguna ocasión, ¿cierto? Como la mayoría de los padres y cuidadores de niños pequeños (y no tan pequeños), cuando nuestros hijos actúan de manera errónea, queremos corregirlos y evitar que esas acciones se repitan.

Existen varias maneras de lograr eso. El castigo, por ejemplo, es una de las más comunes y, a simple viste, una de las más eficaces. Otras maneras conocidas son los regaños, los gritos e incluso los azotes. Los padres más modernos tienden a usar “consecuencias” del tipo: por haber reprobado matemáticas, la consecuencia es que no vas a usar la TV durante una semana (en este ejemplo, como podrás ver, lo único que se ha hecho es cambiar la palabra “castigo” por “consecuencia”, que suena más innovadora).

Cualquier persona que haya estudiado 1 semestre de psicología sabe que los castigos disminuyen la probabilidad de que ciertas conductas se repitan. Nuestros abuelos también lo sabían. Y los maestros de siglo pasado sabían que los castigos corporales eran incluso más efectivos. Entonces, si los castigos funcionan: ¿por qué no usarlos? Porque, como indican las corrientes más modernas de la psicología del desarrollo, funcionan por las razones equivocadas.

Veámoslo con un ejemplo: Mi hija de 6 años, María, rompió a propósito el juguete de su hermana, Ana. En ese momento yo castigo a María sin ir a su clase de natación por 2 semanas, con lo cual le estoy enseñando que romper es algo que va a traerle consecuencias negativas (por lo que evitará repetir la conducta).

Sin embargo, no le estoy enseñando que su acción lastimó a su hermana. Al momento de castigarla, lograré que su atención se centre automáticamente en la “injusticia” de mi castigo y en su enojo hacia mí, en lugar de permitir un espacio en el que pueda reflexionar y reparar las consecuencias de sus acciones (por no mencionar que Ana se quedó sin juguete).

Y en este mismo ejemplo, ¿cómo podría reaccionar para fomentar el desarrollo emocional de María, al mismo tiempo que la ayudo a reparar sus acciones y fortalecer su autoestima? Veamos este escenario: Después de que rompió el juguete, espero unos minutos a que las emociones se calmen un poco (mientras tanto consuelo Ana y le aseguro que vamos a encontrar una solución al problema) Después voy con María. La escucho, seguramente estaba enojada con Ana por una razón que, ante sus ojos, es válida. Permito que se descargue contándome lo que pasó y cuando ya está más tranquila le recuerdo la regla de oro: en esta familia podemos sentir y expresar enojo. Lo que no podemos es lastimar a los demás o a las cosas de nuestro alrededor. Tu rompiste el juguete de Ana, ¿cómo crees que puedas arreglarlo/sustituirlo para que se sienta mejor?

Y fomento que repare su acción negativa, ya sea arreglando el juguete, o quizá intercambiándoselo por otro.

Como se puede ver, este segundo escenario toma en cuenta el desarrollo emocional de los niños, al tiempo que fomenta la empatía con los demás y los ayuda a tomar responsabilidad por sus acciones, en lugar de ponerlos en el lugar de víctimas, que es lo que en muchas ocasiones se logra con el castigo.

Educar es un reto constante, pero no hay duda que los padres informados pueden disfrutar y aprovechar esta etapa en el desarrollo de sus hijos.

Deborah Gilbert 

@psicologa.deborah.gilbert

También te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *