Cuando las palabras no alcanzan

Hablemos de cuando las palabras no alcanzan

Hoy quiero hablar de la importancia de la escucha en general y del espacio clínico de análisis en particular. Por ello tituloa esta nota: Cuando las palabras no alcanzan

Una mamá entra al consultorio y mira una caja con pañuelos y me dice : yo no voy a llorar eh. Ante lo cual le contesto, está disponible si lo necesitas. Le pregunto el motivo de consulta y empieza su relato, un poco ansioso, dejando un espacio casi mínimo para la pregunta.

Me cuenta que después del nacimiento de su último hijo, no pudo demostrarle afecto a su hija, y se apegó más a él. Fue vinculándose con ella desde el lugar del deber ser, del hacer, y no pudo registrar las emociones de su hija adolescente.

Tal es así, que pide ayuda, a partir de lo que otros le dicen sobre el comportamiento de su hija. Ella solicita que alguien le diga que tiene que dejar de lastimarse, y desde su lugar no está pudiendo ayudarla. Su hija desde hace un tiempo comenzó a autolesionarse, como una forma de calmar su ansiedad. Pero esta situación ella la ha conocido recientemente. Esta mamá menciona además que su hija pasa los días encerrada en su habitación con el celular y sus juegos virtuales. Cuando le pregunto si comparte algún momento del día con ella, me dice que por el trabajo se le complica un poco.

A través del discurso de esta mamá se podría apreciar como le preocupa que su hija agrave su comportamiento. Y considera al espacio clínico como un lugar donde se tendría que hacer un tratamiento del tipo correctivo. Pudiendo notarse en este sentido cierta dificultad para responder a la demanda de su hija.Que como decía Lacan, es en definitiva una demanda de amor.

Recurrí a un término que para mí es el eje de todo tratamiento: movimiento.

Le mencioné a esta mamá que en la dinámica familiar serían sugeribles ciertos movimientos. Porque no se trataba de poner el foco sólo en los síntomas que su hija traía. Sino más bien poder deslindar ciertas causas vinculadas a la angustia que tenía.

En esta era tecnológica en la que vivimos, el teléfono o la Tablet se han considerado los nuevos chupetes electrónicos a los que a veces los padres recurren en momentos donde no logran encontrar la calma. El problema no sería el uso sino el abuso de estos instrumentos que pueden generar dependencia, y en vez de disminuir la ansiedad, aumentarla.

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Por último les cuento que este caso es uno entre tantos otros, pero me genera algunas inquietudes.

Para un adolescente resulta fundamental el hecho de poder socializar con pares. El no hacerlo ¿Podría llevarlo a experimentar una soledad vivida como vacío?

El acceso ilimitado a juegos tecnológicos, ¿Generaría un contacto acotado con la realidad material? Y de ser así, ¿aumentaría el estrés al momento de dicho contacto? ¿Encontrarían los adolescentes cierta calma de la ansiedad en estos dispositivos? ¿Serían al igual que el cuerpo, el lugar donde pueden hacer pasar rápidamente, sus preocupaciones, miedos, incertidumbres?

Desde mi punto de vista tal vez se trate de escucharlos más y hablarles menos. De ayudarlos a encontrar en el espacio clínico analítico, esas palabras que les falta.

Justamente para aliviar esa angustia que a veces como vía de escape, intentan calmar con marcas en el propio cuerpo.

Lic. Lenarduzzi Agustina

Psicóloga

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