Desde tiempos inmemoriales, las personas se reunían para celebrar, recordar y compartir. Una buena cosecha, un matrimonio, un nacimiento, siempre fueron motivos de alegría. Las religiones trajeron nuevas fechas y tradiciones y la vida moderna se fue configurando en torno a fechas específicas donde las familias se reúnen para rememorar
Hoy, como tantas vivencias humanas, las tradicionales Fiestas de Fin de Año también están siendo cuestionadas. El desapego a la religiosidad, las familias fragmentadas, las vicisitudes económicas, el individualismo y el globalismo provocan que la organización de estos festejos antes de ser una alegría para las personas se convierta en un peso que pocos quieren cargar.
Aún así, en el imaginario colectivo, hay una obligación de reunirse y festejar o escaparse esos días para no dar explicaciones. Incluso quienes no profesan la religión católica celebran la Nochebuena, por ejemplo, como un modo de no quedar fuera de la sociedad.
El consumismo, hace pretender organizar una mesa al estilo Hollywood, llenar el árbol de regalos es un desafío para muchas familias hoy, el stres de la vida cotidiana provoca que, quien organiza, llegue con las últimas fuerzas a esa noche. El haber perdido un ser querido, no tener trabajo o estar en crisis dificulta la idea de celebración y agradecimiento que pueden acompañar a estos festejos.
Mucho tiempo antes, empiezan los preparativos, donde reunirse, qué comer, qué tomar y qué regalar. Se pone el acento en los objetos más que en las personas y en la propia celebración, en lo que significa la Navidad y despedir el Año o en la preocupación de que todo salga perfecto nubla la alegría del encuentro.
Dice Byung Chul Han: Los objetos estabilizan la vida humana. La misma silla y la misma mesa dan estabilidad y continuidad». Invitan al encuentro tranquilo, demorado, sin prisa, al que nos tiene acostumbrados el día a día. Están y son mediadores de momentos. Alertan de que hay que sentarse a demorar, pero una demora que estabiliza.
Esa misma silla está vacía y esa mesa no es la misma, porque en el año la historia cambió, las personas no están y el escenario cambió. Como seres biográficos pero estables, necesitamos demorarnos en el encuentro, porque el encuentro sincero y profundo da estabilidad a los vínculos, crea tradiciones y renueva la cultura familiar.
En un contexto donde las pantallas atraviesan los vínculos y las rutinas nos impiden detenernos, es necesario volver a las fuentes, retomar el espíritu ancestral de las celebraciones y devolverles el sentido. No se trata de celebrar por celebrar sino de darle un sentido más profundo a ese encuentro, aunque “mañana la cosa siga igual”. Es la oportunidad de dar un cierre al año, hacer un balance personal, familiar, laboral. Para así, retomar el camino con nuevas metas y proyectos o, al menos, con ganas de estar mejor.
Tal vez sea momento de construir nuevas tradiciones, buscar nuevos motivos para la celebración y comprender estos encuentros con otra mirada. Recuperar la idea de que, las fiestas familiares son momentos para reforzar vínculos, transmitir tradiciones y crear recuerdos. Son momentos donde se refuerza el sentido de pertenencia.
Que los objetos, la mesa, la silla, el árbol y la comida, inviten al encuentro profundo en lugar de ser motivo de desencuentro. Proponer que cada uno comparta lo que puede, lo que le gusta. Poder pensar en quienes están solos y convocarlos; regalar sonrisas y momentos antes que objetos materiales. Distribuir tareas para que no todo recaiga en quien invita, ajustar el presupuesto para que todos se sientan cómodos con lo que pueden aportar. Involucrar a niños y adultos mayores, que organicen juegos, representaciones, una oración de agradecimiento, rescatando así el valor de lo viejo y lo nuevo.
Las personas somos seres sociales, necesitamos el encuentro para crecer y madurar. Las celebraciones son momentos propicios para el encuentro intergeneracional e intercultural, enriqueciendo a los más pequeños y ampliando la mirada de los mayores.
Que este año las fiestas sean de verdadero encuentro, de agradecimiento, de recordar a los que ya no están, con nostalgia pero con la alegría de los momentos compartidos.
Bibliografía
- Byung, C. H. (2021) No-cosas: Quiebres del mundo de hoy. Ed. Taurus

Paula Ayala – Lic. en Orientación Familiar – @paulanayala
Luciana Mazzei – Lic. en Orientación Familiar – @lucianamazzei.orient.familiar

